– ¿Qué?: En 1850, en el Oeste americano, Adam Pontipee es un granjero y el mayor de siete hermanos, que busca una mujer para casarse con ella y que así pueda ocuparse de la tareas de la casa y de las necesidades tanto de él como las de sus hermanos. Cuando conoce Milly, sabe enseguida que es la adecuada y le pide que se case con él. Milly, que se enamora de Adam nada más verle, acepta rápidamente. Su sueño es ser la feliz esposa de un granjero y ocuparse sólo de él. Pero cuando llegan a la granja, descubre que en ella viven también sus otros seis hermanos, y que todos son rudos, maleducados y sucios. Milly les irá refinando poco a poco y preparándoles para que ellos también puedan conseguir una esposa…
– ¿Cuándo? Ayer por la tarde.
– ¿Dónde? En el Cine Doré (que se está convirtiendo en mi cine favorito)
– ¿Por qué? Porque adoro los musicales, este mes están haciendo un ciclo de Stanley Donen, y ayer era de los pocos días que podía ir. Además, la había visto de pequeña y me encantó, y tenía muchas ganas de volver a verla, y no se me ocurre mejor manera que en pantalla grande…
– Merece la pena porque… es un clásico maravilloso. Es simplemente (copiando la palabra de mi mejor amigo) «happy». Es imposible verla y estar triste. Stanley Donen es, junto a Vicente Minnelli, el rey de los musicales de los 50, década en la que el género brilló con un esplendor especial, y se trataba casi siempre en clave de comedia, con bailes, historias de amor y canciones alegres y divertidas (no fue prácticamente hasta los 60, con «West Side Story» -1961-, cuando se descubrió que los musicales podían ser también grandes dramas). Películas de Donen como la mítica «Cantando bajo la lluvia» (Singing in the rain, 1952) o esta que voy a comentar, son perfectos ejemplos de ello. Con las estupendas y pegadizas canciones country de Sau Chaplin, Gene de Paul y Johnny Mercer, y las asombrosas coreografías de Michael Kidd, junto con el moderno e inteligente de Albert Hackett, Frances Goodrich y Dorothy Kingsley, y la dirección maestra de Donen, la convierten en un musical inolvidable. El amor es el tema principal en torno al que gira toda la película, el amor a primera vista, correspondido o no, y lo que se puede llegar a hacer por conseguirlo, aunque no se la correcto. Lo mejor de la película es toda su primera parte, con momentos divertidísimos como la noche de bodas, o cuando Milly obliga a quitarse la ropa interior a los hermanos, así como escenas que ya forman parte de la historia de los musicales, como «Goin’ Co’tin'» (después de la cual la gente aplaudió como si estuvieramos en el teatro) o «Lonesome polecat», la conocidísima escena de las hachas, con la canción más moderna de todas. Es cierto que en la última parte, tras el rapto de las novias, la película pierde un poco de ritmo, fundamentalmente porque hay menos bailes, y menos espectaculares, y las canciones son más lentas. Pero también tiene los mejores momentos dramáticos, como cuando Adam, el protagonista, vuelve a casa y al ver a Milly y a su hija, cambia todas las ideas que tenía sobre las mujeres. Aún así, la película no pierde nunca su optimismo, contribuyendo incluso el colorido vestuario de los protagonistas a la alegría del conjunto.
En cuanto a los actores, como solía pasar en todos los musicales de estos años, están todos fantásticos (ya a partir de los 60 y hasta nuestros días la selección de protagonistas empezó a dejar en ocasiones un poco, o mucho, que desear). Los dos protagonistas, Howard Keel y Jane Powell, están perfectos en sus papeles, tienen una presencia increíble (ambos representaron posteriormente la obra en el teatro), realizan unas actuaciones magníficas, y tienen unas voces realmente envidiables. Si ellos llevan más el peso dramático y vocal, los números de baile y los momentos más divertidos son los protagonizados por los otros 6 hermanos. El momento en el que raptan a las novias, especialmente el gran Russ Tamblyn (Riff en «West Side Story») haciendose pasar por gato, es probablemente el más divertido de toda la película. Las 6 novias, aunque más secundarias, también son estupendas. Es difícil ver un musical cinematográfico en el que absolutamente todos los protagonistas actuen, canten y bailen de manera sobresaliente, y más cuando son tantos, y aquí ocurre.
– El momento: Tiene muchísimos muy buenos, pero sin duda el del baile en el pueblo (el momento más cien por cien country de la película) y la posterior pelea durante la construcción del granero son auténticamente espectaculares. Según estudié en un curso, esta ha sido una de las escenas más difíciles de rodar de toda la historia del cine, porque coordinar y coreografiar a la gran cantidad de personajes que salen es todo un reto. Con la de medios y técnicas que tenemos actualmente, y no he visto algo tan impresionante como esto en cualquier musical de los últimos años.
– La frase: Love is like the measles. You only get it once, and the older you are, the harder you take it.
– Conclusión: Aunque soy una apasionada de los musicales, reconozco que hay épocas mejores y peores, y que aunque en la última década se ha hecho mucho por mejorar el género, y hay algunos que merecerían ser clásicos («Chicago» – 2002-), lo mejor sin duda se realizó en los años 50 y 60, y veo muy difícil que ese espíritu pueda volver a recuperarse. «Siete novias para siete hermanos» apasionará a los amantes del género, pero yo la veo recomendable para todo el mundo, porque es bonita, divertida, está maravillosamente bien hecha e interpretada. Se pasa tan bien viendola que se hace demasiado corta. Para mi, imprescindible.