– ¿Qué? Martin es un estudiante norteamericano que llega a Oxford para hacer su doctorado, con la esperanza de que se lo dirija el profesor Arthur Seldom, un famoso matemático a quien admira. Un día la dueña de la casa donde se aloja Martin, que a su vez es una vieja amiga de Seldom, es asesinada, y todo apunta a que se trata del primero de una serie de crímenes, unidos a juegos matemáticos, que constituyen un desafío personal contra el propio Seldom. Él y Martin intentarán resolver un misterio en el que cualquiera puede ser el culpable…
– ¿Dónde? En mi casa (estoy un poco enfermita, no puedo salir más que para lo estrictamente necesario).
– ¿Cuándo? Hoy (querría haberla visto ayer, pero por problemas técnicos me fue imposible)
– ¿Por qué? Porque quería dedicarle a Álex de la Iglesia un espacio en este blog por su reciente triunfo en el Festival de Venecia, y ¿qué mejor forma de hacerlo que revisionando una de sus películas y comentándola aquí? (Aunque no es esta de todas sus películas la que más me ha gustado, ni mucho menos, pero bueno, qué se le va a hacer…)
– Merece la pena porque… de nuevo el tema de crimen perfecto vuelve a ser el protagonista de un thriller, tema que tanto juego le dio a Hitchcock en algunas de sus películas más memorables (probablemente no tardaré en comentar por aquí alguna del maestro), e incluso también años antes de esta película al mismo Álex de la Iglesia con la divertida “Crimen ferpecto” (2004). El director tiene suficiente tablas, y además todos los elementos, como su fantástico punto de partida, o una ambientación inmejorable (maravillosa Oxford), para haber construido un thriller apasionante, pero con todo, se queda a medias. Y eso da más rabia que si se tratará de un director amateur con pocos medios. De la Iglesia es muy buen director, y lo demuestra todo el tiempo, con momentos especialmente destacables como el del largo-plano secuencia de las calles de Oxford. A veces juega al engaño, y cuesta ver su mano en todo el empaque formal de la película, pero, no, no nos equivoquemos, el director no pierde su estilo, y ahí están momentos como el del rostro de la anciana asesinada o la terrible historia del matemático Kalman, para recordárnoslo. Además de la cuidada dirección, son realmente destacables la dirección artística y la fotografía, así como la eficaz banda sonora de Roque Baños, que compone uno de sus mejores trabajos para mi gusto.
Pero la película tiene su punto flaco precisamente en la manera en que se desarrolla la historia. No he leído el libro en el que está basada, “Crímenes imperceptibles”, de Guillermo Martínez, así que no se si se trata de un problema original o de su adaptación. Pero el tema es que, sin llegar a hacerse aburrida, la película tampoco crea ningún tipo de tensión ni de emoción en el espectador. Uno la ve bien, con ganas de saber quién será el asesino, pero en absoluto con un extremo interés. Y esto no es un problema derivado de un argumento en el que se entrelazan sin parar teorías físicas y matemáticas, ya que yo, que soy de letras puras, puede que me perdiera en algún momento, pero en general la seguí bien, quizás haciendo un poco de esfuerzo, pero no es malo que una película te haga estar atento y pensar. El problema es que, si le quitamos todos esos debates matemáticos entre los dos protagonistas, a la película no le queda mucho más, y queda al descubierto una trama muy simplona, revestida de intelectualidad, pero que en el fondo, ni con sus giros argumentales ni con sus supuestas sorpresas, logra eso, sorprender al espectador. Una historia que basa todo su peso en la perfección de las matemáticas, tendría que haber sido mucho más redonda, y que las piezas encajaran a la perfección. Sin embargo, los cabos no quedan bien atados, las conclusiones finales están un poco cogidas con pinzas. Los crímenes, que son lo fundamental de la película, no pueden ser menos, ni menos interesantes. La película, a parte del engañoso guión, tiene un importante problema de ritmo, ya que a veces, como ocurre claramente en la escena del concierto de Guy Fawkes, todo pasa ridículamente rápido, sin dar tiempo ni para reflexionar en lo que está pasando, lo cual le quita todo el interés que pueda tener.
Los actores están casi todos correctos en sus papeles de unos personajes en absoluto empáticos, todos completamente racionales, a los que al espectador le da igual lo que les pase. El mejor de todos sin duda es John Hurt, estupendo siempre, que encarna al prototipo de profesor de universidad. Elijah Wood está bastante bien, aunque sigue sin parecer que tenga edad de hacer una tesis doctoral, aunque a veces se deje barbita de varios días. En cuanto a Leonor Watling, por un lado decir que es un gusto oír a una actriz española que hable tan bien inglés (hay que reconocerlo, los españoles tenemos un acento horrible casi todos hablando inglés), y por otro lado, su papel es totalmente prescindible, parece que para lo único que está es para enseñar cuerpo y protagonizar dos o tres escenas sexuales, que habrá quien esté encantado con ellas, pero que a mi me parecen a todas luces innecesarias. No se si este personaje ha sido creado para la película, o en el libro ya estaba, quizás más desarrollado, pero el caso es que parece metido con calzador. Además, su química con Elijah Wood es nula, parece más su madre o su hermana mayor. Mejor está Julie Cox encarnando al otro personaje femenino de la película, aunque tampoco es que se pase de interesante, ni me parece tan fundamental para la trama como he leído en algunas críticas. Pero mientras que todos estos actores hacen buenas interpretaciones, el personaje que encarna Burn Gorman, el compañero de despacho de Martin, es demasiado exagerado, demasiado propenso a que pensemos que él es el malo (no digo ni que si ni que no, sólo que está claro que se quiere que lo creamos), y la interpretación de Gorman llega a ser demasiado esperpéntica.
– El momento: El largo plano secuencia de las calles de Oxford que precede al descubrimiento de la primera víctima. Quizás me gusta más que estos planos sean más disimulados, y aquí se puede ver que obviamente el director quiere hacer un alarde técnico sin disimularlo, pero es innegable que está muy bien hecho, a pesar de que obviamente es falso. Y destaca también por la manera de enlazar a todos los protagonistas, y de darnos pistas sobre el resultado final.
– La frase: «I’d rather make mistakes than do nothing. I’d reather mess up than miss out completely. It works for me. You should try it»
– Conclusión: la primera incursión en el cine rodado totalmente en inglés (tras la fallida “Perdita Durango”, 1997) de nuestro flamante director de la Academia es correcta. Pero sin más. Como he dicho antes, creo que con la historia y la producción con las que contaba, la película podría haber dado mucho más. No es una mala película, se ve el buen dinero invertido en ella, y no aburre, pero aún así, decepciona inevitablemente. A pesar de todo, el nombre de Ález de la Iglesia sigue teniendo tirón, y tuvo mucho éxito de taquilla (yo fui a verla en su día en el cine, por primera y única vez, con 10 u 11 personas), y presencia importante en los Goya de ese año. Me alegro por ello, aunque me gustaría que películas que no tienen un gran nombre detrás pero se lo merecen más corrieran la misma suerte.
Bastante de acuerdo con tu opinión.
La película me resultó un tanto decepcionante, no por las formas del director (mi cineasta patrio favorito, he de decirlo), sino por el argumento que apenas engancha, encima tanta conversación metamática me sacaba de quicio (¿será porque soy de letras?). La Watling luce muy bien en pantalla pero, como dices, aporta muy poco, o directamente nada, a la historia.
Una de las películas más flojas de De La Iglesia, sobre todo después de la notable «Crimen Ferpecto», pero seguro que se quita la espinita con su galaradonada «Balada Triste de Trompeta».
Saludos y mejórate !!!
Hola! Gracias por pasarte por mi blog. Me gusta mucho lo que dices sobre Los Crímenes de Oxford y, básicamente, estoy de acuerdo en todo. Tiene su punto ver a Alex de la Iglesia jugando a ser Hitchcock, pero en cuando Leonor Watling enseña la delantera, la cinta empieza a oler a chorizo de Cantimpalos; a Elijah Wood no hay quien le borre la cara de Hobbit, y es admirable ver como John Hurt aguanta la risa floja mientras con una cara muy seria plantea un problema matemático que sirvió de base para un capítulo de Los Simpson. Saludos!