La película del día

Críticas de cine y cobertura de festivales

El retrato de Dorian Gray (Dorian Gray, 2009)

– ¿Qué?: Dorian Gray, un joven inocente con un traumático pasado, llega a vivir a Londres tras heredar la casa de su abuelo. En la ciudad conocerá, entre otros, al pintor Basil Hallward, quien inmediatamente se siente atraído por Dorian y se ofrecerá a pintarle un retrato, y a Lord Henry Wotton, un predicador del hedonismo que introducirá a Dorian en un mundo de sensaciones y experiencias nuevas para él. Cuando Basil termina el retrato, Dorian queda completamente impresionado con el mismo y realiza un “pacto con el diablo” para permanecer siempre tan perfecto como en el cuadro. De este modo, será el retrato el que vaya envejeciendo, mientras Dorian conserva la misma apariencia a lo largo de los años, la cual aprovecha para entregarse a los mayores vicios y perversiones, yendo su crueldad y corrupción en aumento según pasa el tiempo, todo lo cual se refleja en el cuadro como representación de su propia alma…

 – ¿Cuándo?: Ayer por la noche

 – ¿Dónde?: En mi casa (la versión inglesa del DVD, recién comprada en Oxford)

 – ¿Por qué?: Estoy visionando y revisionando todas las películas de Ben Barnes, uno de los actores por los que tengo debilidad (sí, no soy una piedra), y más aún tras haberle visto el pasado sábado protagonizar una obra en Londres, inmenso, el mejor papel que le he visto interpretar hasta la fecha, y ahora no sólo me parece una cara bonita, sino también un actor al que merece la pena seguir de cerca.

– Merece la pena porque… la obra de Oscar Wilde es tan buena, que verla en cualquier versión siempre merece la pena. Tengo que reconocer que no soy una fanática ni una purista de “El retrato de Dorian Gray”, pero sí que la he leído y la he visto en teatro, y en esta película algunas veces pude reconocer el espíritu de la obra original, y otras rotundamente no. Oliver Parker, director que ya había adaptado al cine, creo que con mayor fortuna, otras obras de Wilde (“Un marido ideal” –An ideal husband, 1999- y “La importancia de llamarse Ernesto” –The importance of being Earnest, 2002-), en ésta de la que voy a hablar, la cual podríamos decir que es su obra más ambiciosa, no acaba de estar a la altura. La película parte con un problema que la hiere mortalmente y del que nunca llega a recuperarse (y al final acaba muriendo del todo), que es su empeño en mezclar elementos de época y modernos, convirtiéndola en un híbrido extraño que nunca sabemos hacia dónde va a tirar. Creo que Parker y el guionista Toby Finlay, deberían haberse aclarado sobre lo que querían hacer antes de empezar a rodar: si querían hacer una versión contemporánea de Dorian Gray, pues que la hubiesen ambientado en la época actual (algo que tan de moda está ahora), y si querían ser fieles a la obra, que la hubiesen dejado en una película de época normal, con sus elementos de misterio, pero haciendo creíble el siglo que retrata. Cuando la película se centra en recrear este segundo aspecto, es cuando realmente llega a un nivel alto, y nos muestra lo que pudo haber sido si hubiese seguido esa línea, y no fue (lo cual da más rabia). Los cuidados vestuario y dirección artística, el detallismo a la hora de reconstruir costumbres y ambientes de la época victoriana, y la brillante fotografía (para mí, lo mejor de la película), demuestran que la película tenía base de sobra para haber sido mucho mejor que el resultado final. Las mejores escenas son las de las oscuras calles de los bajos fondos de Londres, con figuras entrando y saliendo de las sombras, un ambiente gótico, oscuro y opresivo que debería haber estado más desarrollado durante toda la película. Lástima que todas estas virtudes queden ensombrecidas cuando se empiezan a introducir elementos para hacer la historia más moderna, como la orgías que lleva a cabo el protagonista, que acaban degenerando en ni se sabe qué. Es en estos momentos cuando el director cambia de manera radical su estilo, pasando de ser correcto y sobrio, a meternos en un caos de efectos visuales (como los flash-backs innecesarios o mi odiada cámara lenta), todo acompañado con la olvidable música de Charlie Mole, como si estuviéramos viendo dos películas distintas. Pero lo peor es que se dejan de lado, como he dicho, todos los elementos del terror gótico de la novela, a favor de un montón de efectismos modernos que no funcionan en absoluto con esta historia. Especialmente penoso es todo lo que ocurre en relación al famoso retrato, el cual, cada vez que sale, nos regala las peores secuencias de toda la película, convirtiéndola en otra cinta más de terror contemporánea al uso. Los momentos en que parece que el cuadro mira a los protagonistas, a los que parece que vemos a través de una cámara de “Gran Hermano” (por suerte no ocurre muchas veces), y los sustitos totalmente prescindibles, como cuando la figura del cuadro se mueve o hace asquerosos sonidos guturales (¿Por qué? Es un cuadro! ¿No puede simplemente envejecer y ponerse feo, pero sin toda esa tontería añadida?), tiran todo lo bueno que tiene la película por los suelos, llegando al punto álgido (en el mal sentido), con el espantoso final, un auténtico horror, de película de miedo, pero mala, de esas que no dan miedo, sino risa o ganas de salirse del cine.

Estoy harta de leer que gran parte del fracaso de la película reside en la elección de Ben Barnes como protagonista de la película, ya que es cierto que su transición del joven inocente al hombre completamente corrompido no queda del todo clara. Pero creo que el problema es de la dirección de Parker, y del guión de Finlay, que no sabe sacarle todo el partido que debería ni al personaje ni al actor. Ben Barnes es, según mi parecer, el actor perfecto físicamente para interpretar a Dorian Gray, lo tuve claro desde el primer momento que supe que él iba a ser el protagonista, y más aún después de verla. Él ES Dorian Gray, y ya no me puedo imaginar al personaje de otra manera que no sea como él. En lo que a su interpretación se refiere, es cierto que no da todo lo que requeriría el personaje, según pasa la historia va mejorando, consiguiendo sus mejores momentos en la segunda parte de la película. Sin embargo, creo que Ben Barnes es un actor muy joven y con poca experiencia aún, que para interpretar a un personaje así debería haber tenido a un director muy fuerte tras de él, lo cual no es el caso, pero hay que darle una oportunidad, porque le he visto bien dirigido y creo que este chico tiene mucho, mucho futuro (podéis creerlo o no, pero estoy intentando ser lo más objetiva posible). El polo opuesto es el gran Colin Firth, maravilloso actor con suficiente experiencia como para bordar su personaje de Harry, uno de los personajes más perversos que ha dado la literatura, y que además es el mejor escrito de toda la película. De entre los secundarios, destaca un más que correcto Ben Chaplin. En cuando a las protagonistas femeninas, ninguna de las dos destaca especialmente por varios motivos: en primer lugar, el personaje del primer amor de Dorian, Sibyl Vane, interpretado con muy poca gracia por Rachel Hurd-Wood, y su relación con el protagonista, uno de los episodios fundamentales para entender al personaje de Dorian, están reducidos a lo más simple, quitándole toda la complejidad que pudiera tener en la obra original (especialmente el tema de la pérdida de inspiración de Sibyl para actuar tras enamorarse, pasando de ser una gran actriz a ser mediocre, y cómo Dorian la desprecia por ello, el cual está inexplicablemente omitido en la película). En segundo lugar, está el personaje de la hija de Henry, Emily, el cual está bien interpretado por Rebecca Hall, pero que aún así se nota que es un personaje que en la obra original no salía y resulta un poco de pegote, además de que su presencia cambia el sentido de los personajes: de pronto Henry cambia todo en lo que creía por ser un buen padre responsable, y Dorian decide cambiar su mala vida sólo por amor a ella. Toma, ya nos hemos ahorrado, con la introducción de un personaje también prescindible, el profundizar en la psicología de los personajes.

– El momento: Me gusta especialmente el momento en el que Dorian va por primera vez al bar con Henry y Basil, y ve por primera vez a Sibyl. Esta escena está llena de las magníficas frases lapidarias de Henry, y por eso me recuerda más a la obra original del Wilde. Aunque como he dicho, cualquier escena del protagonista por los tenebrosos callejones de Londres (como cuando se enfrenta al hermano de Sibyl, que le ha seguido desde el cementerio), merece bastante la pena. Por último, me gusta mucho la escena de la confesión (o intento de confesión) del protagonista en la iglesia (aunque luego viene seguida de la horrorosa escena del metro).

– La frase: People die of common sense, Dorian, one lost moment at a time. Life is a moment. There’s no hereafter. So make it burn always with the hardest flame.

– Conclusión: lo que más piensa uno cuando ve esta película, más imaginando que Oliver Parker admira a Oscar Wilde, es que tanto el director como el guionista se acobardaron a la hora de enfrentar el proyecto y toda la complejidad que la obra proponía, por lo que todo se queda en una película débil y demasiada plana, y tiende a ir a lo seguro y a los lugares comunes del peor cine de misterio y terror. De este modo, la película se deja ver, es entretenida, y tiene puntos fuertes como el reparto, la fotografía y la ambientación, así como ciertos destellos puntuales que recuerdan al espíritu de la original, pero acaba convirtiéndose en un producto simple de consumo fácil, y no en la muy buena adaptación de la obra de Wilde que podría haber sido. Por lo menos yo me recreé la vista durante dos horas con el amigo Ben Barnes. Sí, soy una superficial, será que esté chico saca lo peor de la cinéfila que hay en mí… Pero todos tenemos nuestro talón de Aquiles, ¿no?

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Esta entrada fue publicada en 29 septiembre, 2010 por en Cine inglés y etiquetada con , , , , , , .
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