– ¿Qué?: La familia Bennet está formada por cinco hijas, una madre que está deseando casarlas a todas, y un padre bondadoso que a veces se siente abrumado entre tanta mujer. La segunda de las hijas, Elisabeth, es la más cabal y madura de todas las hermanas, aunque también muy orgullosa, y afirma que nunca se casara a menos que sea por verdadero amor. Un día, a una casa vecina a la de los Bennet, se muda un joven soltero y adinerado, el señor Bingley, junto a su hermana y un amigo, el señor Darcy. Bingley es un joven bueno y tímido que inmediatamente se enamora de la mayor de las hermanas Bennet, Jane. Mientras, el señor Darcy es serio, arrogante y bastante antisocial, y en seguida surgirá entre él y Elisabeth una antipatía mutua. Pero parece que poco a poco esos sentimientos van cambiando…
– ¿Cuándo?: El sábado
– ¿Dónde?: En mi casa
– ¿Por qué?: Llevo una temporada que lo que más me apetece es ver películas inglesas de época (concretamente de finales del siglo XIX y principios del XX), y aun más desde que he vuelto de Inglaterra. Y a esta película le debía desde hace tiempo una revisión urgente, porque no la veía desde que en su día se estrenó en cines, y la recordaba muy tibiamente…
– Merece la pena porque… es tan absolutamente preciosa como todas las películas basadas en novelas de Jane Austen, y además de las que mayor calidad cinematográfica tiene, junto con “Sentido y sensibilidad” (Sense and sensibility, 1995). La novela en la que se basa la película es la más famosa de autora, y por tanto, ha tenido numerosas adaptaciones y versiones, cada una de las cuales levanta una gran expectación. Y en esta ocasión, aprobó con nota. La historia es de lo mas típica, y a la vez muy moderna, lo que la convierte en la predecesora de casi la totalidad de las comedia románticas posteriores: chico y chica que son tan parecidos que al principio se llevan mal, pero poco a poco se van enamorando, aunque una serie de malentendidos les impide estar juntos hasta el final feliz. No hay nada nuevo, nada que no hayamos visto miles de veces, pero cuando Jane Austen escribió la novela en su día fue la precursora de este género, y así es como hay que entender la película, no como “otra más”. El director británico Joe Wright, venido de la televisión, realizó con muchísimo gusto y clase su opera prima en el cine. Domina muy bien los movimientos de cámara, aunque algunas veces son demasiado bruscos, como los zooms, bastante innecesarios. Pero sobre todo destaca por la belleza de algunos planos, y por los magníficos planos secuencia, que ya anunciaban lo que iba a ser capaz de hacer unos años después en esa maravilla llamada “Expiación” (Atonement, 2007, mejor película en todos los sentidos, sin despreciar esta en absoluto), y que delatan una madurez y un dominio de la técnica que muchos directores noveles, y también muchos más experimentados, querrían tener. En cuanto al guion, partía con la dificultad de comprimir todo el libro en 2 horas, y me parece que cumple perfectamente. Yo, que no me he leído la novela de Austen, no noté ausencia de partes, ni que las cosas sucedieran muy rápido o muy lento, como sí que suele pasar en otras adaptaciones, en las que su procedencia literaria pesa demasiado. En esta, sus dos horas pasan rápido, entretenidas, llenas de diálogos inteligentes, y centra prácticamente toda su atención en los dos protagonistas, mientras que los demás personajes, como suele pasar en este tipo de adaptaciones ya que son muy numerosos, quedan reducidos a un plano más secundario. No lo veo como algo negativo, ya que siempre tienen que faltar cosas de los libros en las películas que lo adaptan, pero lo importante es que no se pierda la esencia, y en esta creo que se ha conseguido.
Los actores, casi todos grandes nombres del cine inglés tanto actual como pasado, cumplen más que correctamente en sus papeles. La protagonista, Keira Knightley, a quien tan genial le sientan los papeles de época, aunque nos preguntamos si volveremos a verla en una película actual, es una perfecta Elisabeth Bennet, llena al personaje de fuerza y de inteligencia, y de personalidad propia. Aunque quizás su nominación al Oscar fuera excesiva (yo la habría nominado mejor por su papelón unos años de después en “La duquesa” –The Duchess, 2008-), sin duda fue gracias a esta película cuando empezó a demostrar su autentica valía como actriz, porque vale, y mucho. Su compañero, un desconocido por entonces para el gran público Matthew Macfadyen (fantástico actor del que me he vuelto fiel seguidora, y que desde esta película no ha dejado de trabajar), es el prototipo de caballero inglés. Su interpretación es fría y despegada (al principio) porque el personaje así lo requiere, pero conforme avanza la historia, vemos su evolución. Para mí, cumple su papel a la perfección, y no me podría imaginar al señor Darcy de otra manera. Ambos protagonistas transmiten emoción y sentimientos a través de las miradas, y de lo que no se dice por debajo de sus afiladas y provocadoras conversaciones. De los veteranos, destacan sobre todo Brenda Blethyn y Donald Sutherland como los padres Bennet. También aparece en un par de escenas Judi Dench, que como siempre impone con su sola presencia, aunque su papel no deja de ser anecdótico y recuerda demasiado a su interpretación en “Shakespeare in love” (1998). Tambien destaca la presencia de actores jóvenes en alza como Carey Mulligan, Rosamund Pike, Kelly Reilly, Rupert Friend o Tom Hollander, todos muy adecuados para sus papeles.
Los aspectos técnicos de la película, como su ambientación o vestuario, son de un gran preciosismo y no se les puede poner ningún pero. Pero lo mejor es sin duda la magnífica partitura de Dario Marianelli, absolutamente clasicista, e inmejorablemente interpretada al piano por Jean-Yves Thibaudet. Las versiones del tema de Henry Purcell (que siempre me ha encantado) son fantásticas, pero más aun los temas originales, bellísimos todos y que ayudan a aportar pasión y sentimiento a la historia.
– El momento: la escena bajo la lluvia en la que discuten Elizabeth y Mr. Darcy. Primer momento en el que se da rienda suelta a la verdadera pasión, después de una hora de miradas y de sentimientos contenidos. Y un duelo actoral en toda regla, con la estupenda química que hay entre Keira Knightley y Mathew Macfadyen. Pero no me puedo olvidar tampoco de ese maravilloso final! (El europeo, no el americano, mucho más tópico y menos sutil).
– La frase: Still, a girl likes to be crossed in love now and then. It gives something to think of, and a sort of distinction amongst her companions.
– Conclusión: es una película tan correcta en todos los sentidos, tan inglesa, que a algunos les puede resultar fría por no dar rienda suelta a la pasión, pero hay que entenderla en su contexto y en su época. A mí me emocionó hasta las lágrimas. Desde pequeña las películas basadas en novelas de Jane Austen o de las hermanas Brönte me abrieron las puertas a un nuevo mundo tan diferente al de ahora, especialmente en lo que a sentimientos se refiere. Cuando ves una película de este tipo, nadie te engaña, sabes lo que va a ver, a quienes no les gusten les parecerá un pastelón insufrible. A mí me encantan, y creo que para los amantes del género, “Orgullo y prejuicio” es imprescindible. Y algún día de estos volveré a hablar de películas de la época actual, lo prometo.
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