– ¿Qué?: Fanis es un astrónomo de ascendencia griega que vive en Atenas y que se crio en Turquía. Un día recibe la noticia de que su abuelo, experto cocinero que vive en Estambul y que de niño le inculco su pasión por la cocina, va a ir a verlo. Pero en el último momento, el abuelo se pone muy enfermo y debe quedarse en Estambul. A partir de esto, Fanis recuerda su niñez y juventud, sus primeros años viviendo en la ciudad turca, sus primeros contactos con las especias, su primer amor, y como tuvieron que abandonar el país al ser deportados a Grecia…
– ¿Cuándo?: Esta mañana.
– ¿Dónde?: en la UAM, en la clase de griego.
– ¿Por qué?: No tengo muchas oportunidades de ver cine griego (habré visto una o dos películas como mucho) y menos en versión original. Y como esta película fue relativamente conocida, y realmente no tenía mucho más que hacer esta mañana, me he acoplado a la clase de griego de dos amigos míos. Y el hecho de que parte de la película se desarrolle en Turquía, país que voy a conocer en doce días, ha sido otro punto a favor para verla.
– Merece la pena porque… sobre todo, porque creo que da la vuelta a al típico sentimiento de heimat, o de añoranza del lugar donde uno tiene las raíces que tantas veces se ha visto en películas sobre familias que tienen que emigrar. En este caso, son griegos que viven en Turquía, y cuando vuelven al que se supone que es su hogar, a Grecia, el sitio donde deberían encontrarse consigo mismos y ser felices, no es esto lo que ocurre. En este caso su hogar no es el lugar donde tienen sus raíces, sino el sitio que les acogió. Es una reflexión claramente antinacionalista que además convierte en realidad el dicho de que el hogar esta donde está el corazón. Es, creo, lo más original que se puede decir de una película que, por lo demás, tiene una herencia clarísima en su planteamiento y desarrollo de “Cinema Paradiso” (1988) o incluso de películas casi contemporáneas a ella, como “Solino” (2002). También tiene toques del realismo mágico de “Como agua para chocolate” (1992, especialmente evidente en el precioso final en el que se representa el universo con comida), aunque nunca llega a alterar la realidad de un modo tan evidente. El director Tassos Boulmetis se hace con el control de la pelicula, siendo también el guionista, copoductor y uno de los diseñadores de los efectos visuales, los cuales, lamentablemente, dejan en ocasiones bastante que desear (esas vistas aéreas de las ciudades al principio de las dos primeras partes, chirrían demasiado). El director se luce especialmente a la hora de presentarnos la ciudad de Estambul, con un cariño desmesurado que en ningún momento trata de disimular.
La película es un precioso cuento, perfectamente dividido en tres partes con su prologo y su intermedio, y bastante bien desarrollado. El guion de Boulmetis hace por supuesto hincapié en los temas culinarios, y entre ello mezcla a la perfección amor, risas, emoción, historia… La película no tiene salidas de tono ni giros forzados, es realista, divertida o emotiva cuando le corresponde serlo, y lo más importante, cuando el espectador espera que lo sea. De esta manera, no sorprende, ni para bien ni tampoco para mal, y por lo tanto no decepciona en absoluto. Lo único un poco reprochable es quizás un excesivo alargamiento de la última parte de la película, que parece tener dos tres falsos finales, y no es que se haga pesada, pero se nota que algunos aspectos, especialmente la historia de amor final, están muy forzados en su desarrollo. Eso sí, lo que no se puede negar es que todo queda finalmente perfectamente enlazado y cerrado, aun cuando a veces parece que no va a ser así, y eso es muy de agradecer.
Me gustaría destacar especialmente la maravillosa banda sonora de Evanthia Reboutsika. A través de una habilísima mezcla de elementos de la música tanto griega como turca, consigue unos temas bellísimos que acompañan a las imágenes y las completan para transmitir al espectador determinadas emociones, algo fundamental en un tipo de película tan sensorial como es esta.
Los actores hacen unas interpretaciones fantásticas a pesar de ser prácticamente unos desconocidos para la mayoría del público, por lo que no voy a hacer una lista de nombres griegos y turcos que probablemente nadie recordara. El más famoso es el protagonista, el actor de francés de origen griego Georges Corraface (si, el mismo de “La pasión turca” (1994) que interpreta al Fanis adulto. Sobre todo me gustaría destacar a dos actores: el niño Markos Osse, que le da al Fanis niño toda la personalidad que necesita; y especialmente me gusto Ieroklis Michaelidis en el papel del padre, quien protagoniza para mí la escena más emotiva de toda la película, cuando, durante una cena, cuenta sus sentimientos hacia Turquía.
– El momento: uno de los que más hermosos y poéticos me parecieron fue el momento de los dos niños en el faro, cuando el paraguas rojo de ella sale volando y se mezcla con las gaviotas. Es una escena realmente mágica e hipnótica, mas con el hermoso tema de Evanthia Reboutsika “An umbrella over Bosporus” de fondo. Especialmente hay un momento en el que la imagen recuerda clarísimamente a la obra del artista urbano Banksy en la que representa a una niña que se le escapa un globo con forma de corazón (no digo que estén inspiradas ni relacionadas la una con la otra, simplemente me impresiono mucho el parecido).
– La frase: “No deberías decirle a una mujer que las estrellas que está viendo no existen. Preferiría que me hablaras de algo que no puedo ver”
– Conclusión: “Un toque de canela” no es la película excesivamente original, sino que comparte muchos de los lugares comunes de otros géneros. Por un lado, como en muchas de las películas de temas gastronómicos, la comida y las especias se presentan como metáfora de la vida de las personas. Por otro lado, tenemos el típico tema del protagonista que se marcho de su hogar muchos años atrás, y que finalmente acaba volviendo (aunque en este caso, como he dicho al principio, el camino que realiza el protagonista sea el contrario). Pero es una de esas películas increíblemente positivas y agradables de ver, y que se disfrutan con todos los sentidos, que provocan risas y emocionan a partes iguales, y que destaca las cosas buenas y mas importantes de la vida. Una película que, si bien no creo que muchos la consideren una obra maestra (no lo es), sí creo que es del tipo que puede gustar a todo el mundo. Se agradece ver como el cine griego no es tan extraño y localista como uno pueda imaginarse, y que sepa adaptarse tan bien a los gustos del público general. Una advertencia, no verla con el estomago vacio o sin algo que llevarse a la boca, porque da hambre, mucha hambre.
Acabo de ver la película y me encantó. Una pregunta. Como se llamaba el plato preferido del abuelo? No puedo recordarlo
Pffff pues no recuerdo, es que ya vi la película hace bastante, lo siento!