La película del día

Críticas de cine y cobertura de festivales

(El desafío) Frost contra Nixon (Frost/Nixon, 2009)

  – ¿Qué?: En 1974, debido a los escándalos generados por el Watergate, Richard Nixon dimite como Presidente de los Estados Unidos. Es indultado de todos los cargos contra él y se retira a una casa que posee en California. Durante tres años se mantiene alejado de los medios y no hace ningún tipo de declaración. Pero David Frost, un exitoso presentador británico de programas de variedades que quiere triunfar y ser reconocido en Estados Unidos, se toma como un reto personal entrevistar al ex presidente, invirtiendo en ello todo lo que tiene. Nixon acepta ser entrevistado por Frost, ya que está convencido de que podrá superarle y, a través de las entrevistas, reconciliarse con el pueblo norteamericano…

 – ¿Cuándo?: Entre ayer y hoy

– ¿Dónde?: en el portátil, en el trabajo (es que los fines de semana me aburro mucho…)

– ¿Por qué?: “Frost/Nixon” fue una de las nominadas al Oscar 2008, la última edición en la que hubo 5 nominadas (y así debería haberse quedado), y una de las que tuvo algunas de las mejores películas nominadas desde que empezó el nuevo siglo. Y, dentro de que me gustaban todas las películas que estaban, esta es de las que más, y disfruto muchísimo viéndola una y otra vez: la primera, en un preestreno que se hizo antes de su estreno oficial en Febrero de 2009. Me gustó tanto que repetí a las 2 semanas más o menos, esta vez en VOS. Unos meses más tarde, la volví a ver en Dvd porque ya me apetecía (re)revisionarla. Así que le debía una crítica en condiciones desde hacía tiempo. Y ahora que la he vuelto a ver (en un principio quería ver sólo unas cuantas escenas, pero no he podido evitar al final tragármela entera otra vez), por cuarta vez en poco más de dos años, con la excusa de que me apetece ver pelis de Michael Sheen (voy a Londres a verle actuar en teatro en Diciembre!), pues es el momento.

– Merece la pena porque… simplemente, me parece una de las películas más redondas, inteligentes e interesantes de los últimos años. Muy dinámica a la hora de tratar un tema duro de la historia reciente de los Estados Unidos. No es esta una película fácil en absoluto, y no parecía que Ron Howard, director con una filmografía de en su mayoría americanadas comerciales y pensadas para ganar premios (aunque yo no le odio tanto como otros, tiene trabajos que me convencen bastante), fuera la mejor opción para llevarla a cabo. Sin embargo, Howard sorprende con un trabajo totalmente satisfactorio, y realiza la que probablemente es su mejor película hasta la fecha, aunque, por desgracia, a la vista de lo que ha seguido haciendo después (“Ángeles y demonios”-Angels and demons-, 2009, “¡Qué dilema!”-The Dilemma-, 2011) no parece que vaya a seguir en esta línea. Y es que esta película es precisamente lo contrario a lo que suele ser el cine del director: melodramático, comercial, grandilocuente… En este caso, se tendería más hacia la frialdad, aunque no tanto como en películas de temática parecida, como, por ejemplo, la también magnífica “Buenas noches y buena suerte” (Good Night and Good Luck, 2005, con la que esta ha sufrido inevitables comparaciones), pero le da la emoción (que no emotividad) justa para enganchar al espectador, sin pasarse ni quedarse corto. También es su película menos comercial a la hora de escoger a actores menos conocidos para los papeles protagonistas, y no a estrellas de Hollywood. Además el director sabe aprovechar totalmente las posibilidades del guión de Peter Morgan (“The Queen”, 2006), haciendo una película más cercana al cine inglés y europeo en general, que a su estilo anterior (y posterior). Howard le da el ambiente setentero y semi-documental que la película necesita (con momentos de cámara en mano y rápidos travelings incluidos), y especialmente, centrándose en primeros y medios planos de los personajes, captando sus gestos y emociones, que son (como además explica al final uno de los personajes) casi lo más importante de la película. En conclusión, Howard no es un director sobresaliente, pero en esta ocasión, sabe casi siempre aprovechar y explotar al máximo lo bueno que tiene, haciendo que las virtudes prevalezcan siempre sobre cualquier defecto que la película pueda tener. El montaje, lo mejor de la película, hace que toda la narración sea increíblemente ágil, frenética en la mayoría de las ocasiones en las que se centra en Frost, y más calmada cuando lo hace en Nixon. Destaca sobre todo la planificación de las entrevistas, en las que el plano contraplano consigue una fuerza pocas veces vista (pero claro, aunque funciona muy bien aquí, no es así en otros momentos, como en la que Nixon llama a Frost borracho, escena también de plano contraplano que se salva por la interpretación de los actores)

El guionista Peter Morgan adapta su propia obra de teatro. Morgan es un experto en convertir en entretenidas historias de ficción hecho reales, y convertir en cercanos a personajes que nunca lo han sido. Lo realmente arriesgado aquí es el hecho de presentar a un Nixon humano, haciéndole, por increíble que parezca, empático y cercano al público, lo cual es fundamental para que la historia enganche como lo hace. Es un Nixon que bebe, que hace bromas, que está con su familia, que se interesa por las tonterías de la vida cotidiana… en conclusión, una persona, con sus virtudes y sus defectos, mayores o menores. Morgan da además esos toques de humor fino y sutil tan característicos suyos que ayudan a aligerar en gran parte el peso del conjunto. El guión que funciona con la precisión de un reloj. Un prólogo de casi 10 minutos nos pone, algo aceleradamente, en situación con lo que vamos a ver y con los personajes, para luego explicarnos todo el proceso de preparación de las entrevistas hasta casi la mitad del metraje. Tras esto, empieza el interesantísimo duelo en el que se centra la película, lleno inteligencia, juegos mentales, dobles intenciones, que llega a su punto álgido en la última entrevista, donde el diálogo fluye frenéticamente hasta desembocar en la confesión final del ex presidente. Ahí es donde queda demostrado que lo que estamos viendo es un combate, un duelo, y que sólo uno de los dos puede salir vencedor.

Y los protagonistas de este apasionante duelo son unos extraordinarios Frank Langella y Michael Sheen, que se meten en la piel y en el alma de Nixon y de Frost respectivamente. Ambos tenían tablas de sobra para hacerlo, ya que ya habían protagonizado también la obra de Morgan en el teatro (un gran acierto de casting el mantenerlos a los dos). A pesar de la importancia que tienen los gestos, es imprescindible ver la película en versión original para valorar el nivel de sus interpretaciones. Langella dota a su personaje de toda la humanidad presente en el guión de Morgan, y arrasa en todos los momentos que aparece en pantalla, especialmente al final de la última entrevista, donde está absolutamente devastador. También es enorme su trabajo físico y vocal para transformarse en el personaje. Su interpretación recibió una merecida nominación al Oscar, y si alguna pega tengo que ponerle, es que ensombreciera la también magnífica interpretación de Michael Sheen, que le da la réplica perfectamente. Sheen, sobre todo conocido por sus interpretaciones de Tony Blair en series de televisión y, especialmente, en la película “The Queen”, donde ya fue ignorado en los Oscar como mejor actor secundario del año (cuando lo era), aquí volvió a quedar relegado a un segundo plano. Nos regala una interpretación plagada de matices, con un personaje que tiene que fingir optimismo todo el tiempo con su sonrisa, pero expresar tristeza con los ojos. Sheen, que es la expresividad hecha persona, lo consigue con gestos claramente estudiados y contenidos, y con esas miradas que son de lo mejor que he visto en cine. Sí, es una de mis debilidades, no lo puedo evitar. Junto a ellos, el resto del reparto está más que correcto, aunque sin llegar a la altura de los protagonistas. Especialmente bien están Matthew MacFayden, tremendamente natural y bastante caracterizado, Sam Rockwell y Toby Jones. Kevin Bacon está también bastante bien, aunque su personaje es arquetípico, igual que el de Rebecca Hall, que además es totalmente prescindible. Oliver Platt hace un poco más de lo mismo, parece que todos los papeles (o las interpretaciones) de este actor son siempre iguales.

– El momento: cualquiera que comparten Frost y Nixon juntos, especialmente los de las entrevistas, y muy especialmente las conversaciones que tienen justo antes de las mismas, en las que se manipulan el uno al otro. El momento en el que Nixon le pregunta a Frost si la noche anterior practicó sexo, en bestial, como un golpe bajo que también recibe el espectador.

– La frase: “I like to keep busy” “Why?” “I find it more interesting than keeping still”

– Conclusión: en general, no me gustan las películas sobre política, se me hacen bastante pesadas. Pero aquí todo está presentado de manera muy distinta. Quizás algo que se le puede criticar un poco Morgan, es el hecho de simplificar o pasar muy por encima de los temas que más complicados y duros se le pueden hacer al espectador (dudo que a alguien que no haya oido hablar del Watergate le quede claro qué fue después de ver la película) en favor de un aligeramiento del conjunto general. Yo, personalmente, estoy encantada con el resultado. Y es que, esta no es una película sobre la vida de Richard Nixon. Realmente, no es ni una película política. Lo que se nos presenta es la historia de dos personas enfrentadas pero que, en el fondo, quieren lo mismo, triunfar y ser queridos y valorados, que podrían ser cualquiera. Cualquiera de nosotros. El público se identifica con esos sentimientos, y es así como la película engancha. Como he dicho, de lo mejorcito que he visto en los últimos años, es una pena que la gente se la pierda pensando que va a ser un «rollo», porque nada más lejos de la realidad. Yo la he visto cuatro veces y sigo descubriendo cosas, y disfrutándola como la primera vez. No os la perdáis, en serio.

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