-¿Qué?: nueva versión del cuento de los hermanos Grimm, situada en la Andalucía de los años 20. Antonio Villalta, un famoso torero, está casado con la cantante Carmen de Triana, y esperan un hijo. En una importante corrida, Antonio sufre una grave cogida y Carmen se pone de parto. Finalmente es Carmen quien muere al dar a luz a una niña, y Antonio, que ha quedado tetraplégico, no quiere saber nada de su hija. Años después, Carmencita está viviendo con su abuela, y sueña con ver a su padre. Cuando la abuela muere, Carmencita se va a vivir al cortijo donde viven Antonio y su nueva esposa, Encarna, una mujer malvada y despiadada que hará cualquier cosa para que padre e hija no estén juntos…
-¿Cuándo?: esta mañana, bien tempranito, en un pase de prensa a las 9:30h.
-¿Dónde?: en los Cines Princesa
-¿Por qué?: una película española muda y en blanco y negro es un acontecimiento que no se puede dejar pasar. Y más tras leer críticas muy positivas, y ser una de las tres preseleccionadas para el Oscar (cuando la he visto aún no sabía que era la seleccionada, aunque he de decir que tiene toda la lógica…)
– Merece la pena porque… es la película española más interesante de los últimos años, y la versión más libre e insólita de Blancanieves. Parecía casi imposible contar nada nuevo del famoso cuento, mil veces versionado, y más en el último año, con tres películas e incluso la serie “Once upon a time”, pero el director bilbaíno Pablo Berger apuesta fuerte y, 9 años después de su primer largometraje, “Torremolinos 73” (2003), presenta su particular homenaje al cine mudo europeo de los años 20 con esta revisión de Blancanieves localista, visceral y realista. Incluso demasiado realista. Le falta algo de magia. Aunque lo compensa con muchísima personalidad. Tanta que sale airosa de cualquier inevitable aunque innecesaria comparación con la maravillosa “The Artist” (2011, sólo se parecen en que son mudas y en blanco y negro, en lo demás, son radicalmente distintas). La gran protagonista de esta película, a parte de los personajes, es la ambientación. Los decorados y la fotografía ayudan a crear esa atmósfera entre enrarecida y fascinante, con elementos góticos y barrocos. Los completan los elaboradísimos trabajos de maquillaje y vestuario (esos sombreros imposibles de la madrastra). Además, la descriptiva banda sonora de Alfonso de Vilallonga, es espléndida y, como ocurría en “The Artist”, fundamental para conducir la historia. Con muchos temas en los que introduce elementos del flamenco, también juega con los sonidos para que parezca que son diegéticos. Aunque tampoco hay que dejar en segundo plano ni mucho menos la labor de Berger como director, que rueda con destreza, maestría y profesionalidad envidiable, ni el montaje, con momentos espectaculares. Aún así, hay otros momentos chirriantes en un conjunto tan cuidado, como esa manzana en la que ve el símbolo de veneno (espero que nadie considere esto spoiler), o el momento en el que el padre mira a la hija desde el cielo.
Uno de los problemas que tiene la película es la historia misma. Empieza con un prólogo, en el que se nos pone perfectamente en situación y nos presenta a los personajes. Le sigue una primera parte que se desarrolla durante la niñez de la protagonista, y una segunda (preciosa la manera en que Berger enlaza las dos partes) en la que ya es adulta y comienza su aventura. Todo esto está muy bien, pero, por muy novedosa que sea la manera de contarlo, sigue siendo Blancanieves, todos la conocemos y sabemos lo que va a pasar. Quizás lo más excepcional de todo sea su epílogo, tan bizarro, turbio y bastante desolador. También hay algún episodio que no está muy bien introducido, como el de la manzana, que parece muy forzado y demasiado cogido con pinzas para que ocurra todo lo que tiene que ocurrir. Por otra parte, yo es que el mundo del toreo, ni lo entiendo ni sinceramente me interesa hacerlo. Y eso puede crear cierta distancia emocional. Aunque los momentos en las plazas no me dejan indiferentes (habría que ser una piedra para eso), siento cierta barrera que me impide estremecerme. Pero esto ya es un criterio muy personal. En su favor hay que decir que en ningún momento se ve a nadie matando a ningún toro. Se les puede ver capeando, pero clavarles banderillas o espadas, eso no, lo cual es muy de agradecer, y demuestra inteligencia a la hora de saber dejar satisfecha a la parte antitaurina del sector (dentro de la cual me encuentro, de modo que hablo con conocimiento de causa). Hay más defensa de los toros en la conversación que tienen Holmes y Watson en la última película de José Luis Garci que en toda “Blancanieves”.
Pero el principal problema es la descripción del personaje de la madrastra, que es una villana totalmente de cuento. Sí, vale que Blancanieves ES un cuento, pero si uno se esfuerza por transformarlo todo en una historia absolutamente realista, no puede hacer que la antagonista sea tan plana, tan falta de matices. Da la impresión de que la madrastra es mala porque sí, porque la historia requiere que lo sea, sin una verdadera motivación. De hecho, en muchos momentos el personaje llega a ser bastante ridículo, porque, a pesar de que se busque la risa intencionadamente, no pega con el tono general de la película. Si lo analizamos aisladamente del conjunto, podemos disfrutar de la excelente interpretación de una guapísima Maribel Verdú, exagerada en el punto justo que hay que serlo en una película muda (nada que ver con la esperpéntica Charlize Theron en “Blancanieves y la leyenda del cazador” –Show White and the Huntsman, 2012-) que capta perfectamente la esencia de mala malísima, y sabe sacar provecho al limitado y estereotipado personaje.
En cuanto al resto del reparto, destaca la debutante Macarena García, preciosa, encantadora y enormemente expresiva, ideal para el papel. Pero la actriz tiene que compartir los reconocimientos con la niña Sofía Oria, un auténtico portento. Ambas configuran una Blancanieves dulce, todo mirada y sonrisa, y también valiente y decidida, pero sin perder nunca el encanto. De los secundarios, destaca Daniel Giménez Cacho como el padre, el personaje con más personalidad y más matices. Ángela Molina e Inma Cuesta están también estupendas en sus cortos pero intensos papeles. Peor parados salen Pere Poce y Josep Maria Pou, con personajes bastante absurdos que no dan para un mínimo desarrollo. Por último, destacar el trabajo de enanos reales para dar vida a los 6 (no 7) compañeros de Blancanieves, cada uno con su personalidad, de entre los que destaca Sergio Dorado como el enanito enamorado.
– El momento: es especialmente tierno y está muy bien rodado ese en el que Carmencita se viste de gitana y se pone a bailar para su padre una canción que cantaba su madre. La interpretación de ambos en esa escena es maravillosa, y la manera de mover la cámara al ritmo de la silla giratoria es soberbia.
– Conclusión: “Blancanieves” es sobre todo una película valiente. Mientras que “The Artist” estaba pensada desde su planteamiento para gustar universalmente, esta se arriesga con un regionalismo que en muchos podía (y puede) causar rechazo. Se trata de una obra excepcional no sólo en España sino en el cine actual en general, y es un orgullo que algo así sea producto de la cinematografía de nuestro país. A mi no me ha llegado a emocionar, ni me parece que sea redonda, pero desde luego es toda una experiencia cinematográfica, y una belleza estéticamente. Creo que podría aprovecharse del tirón de “The Artist” y del gusto que se tiene en el extranjero por todo lo cañí, y convertirse, merecidamente, en una de las candidatas más fuertes a los Oscar. Lo veremos en los próximos meses.
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