– ¿Qué?: en 1911, un delito pone París en alerta: el robo de la Gioconda en el Museo del Louvre. Una carta anónima acusa al escritor Guillaume Apollinaire del mismo. El principal testigo en el caso será su amigo el pintor español Pablo Picasso, quien desde hace unos años reside en la capital francesa intentando hacerse un nombre en el mundo del arte, y se rodea de todo un círculo bohemio dentro del que se encuentran Manolo Hugué, Max Jacob, Fernande Olivier, Gertrude Stein, Marie Laurencin o el mismo Apollinaire…
– ¿Cuándo?: Esta mañana.
– ¿Dónde?: en los Cines Princesa
– ¿Por qué?: cualquier película cuya temática gire en torno al mundo del arte ya de primeras me llama la atención (llamadlo defecto profesional), y tras ver en el cine unas cuantas veces el tráiler de esta, y surgirme la oportunidad de poder ir al pase y a la rueda de prensa con parte del equipo, me animé a ver qué nos contaba.
– Merece la pena porque… es una película hecha para y por amor al arte. Se ve en la historia, en cada fotograma, y en las palabras del director Fernando Colomo. “La banda Picasso” nos habla de la amistad, de la lucha de las personas por triunfar, y a lo que estamos dispuestos a renunciar para lograrlo. Pero tampoco os esperéis por esto una película filosófica para reflexionar, no. Estamos ante una “comedia” (aunque no arranca carcajadas) ligera y sofisticada, con estilo, pero también en ocasiones algo blanda y en la que se echa en falta un poco de picaresca. La película número 20 de Fernando Colomo, uno de los grandes renovadores en su día de la comedia española, resulta ser un trabajo de lo más clásico y con una complicada labor de posproducción. Muy buenos vestuario, ambientación, fotografía (con ese bonito prólogo en blanco y negro) y música de Juan Bardem, incluida la canción “L’as tu vu?”, nominada al Goya. El hecho de contar con un amplio equipo de distintas nacionalidades ha sido probablemente lo que ha ayudado a conseguir el que es uno de los puntos fuertes del conjunto, ya que le da una gran credibilidad, como es el respeto por los idiomas y los acentos de los distintos personajes que aparecen: españoles, franceses, americanos, rusos, alemanes… Todos se dan lugar aquí, cada uno con su propia lengua y sus problemas de comunicación, y es muy de agradecer que aquí esté tratado con tanto cuidado.
La historia tiene tras de sí 8 años de trabajo de guión, en los que llegó a tener hasta 14 versiones. Gracias a este estudio concienzudo, detallado y profundo, aunque se tome ciertas licencias, la película brilla en los momentos en los que la trama gira concretamente en torno al arte. No hay más que oír a Colomo hablar sobre el tema para darse cuenta de los grandes conocimientos que tiene sobre el mismo. Pero, si en el ámbito del arte la película tiene muy poco que reprocharle, es en el tratamiento de sus personajes donde se nota más el trabajo de pulido que sufrió el guión para quitarle densidad. Como es lógico, la cantidad información existente sobre los personajes es inmensa, y hubo que aligerar mucho lo recopilado en el trabajo de investigación en favor de una película más ligera y entretenida. El problema es que en el camino se han quedado muchas anécdotas y rasgos de la personalidad de los personajes, sobre todo de Picasso, que hubiesen hecho el conjunto más rico e interesante. Picasso es un mero estereotipo de chico pobre pero con talento que llega a la gran ciudad para triunfar, que sirve como excusa para argumentar toda una historia alrededor de él, pero que igual podría ser el pintor malagueño que cualquier otra persona. No sabemos si por imposición de sus herederos (que al parecer tuvieron la última palabra en lo que al retrato del pintor en la película se refiere) o por decisión del propio Colomo, hay una benevolencia tan grande hacia el personaje, que no reconocemos en él prácticamente nada del Picasso de personalidad fuerte, arrogante y misógina del que siempre hemos sabido. De acuerdo que son sus primeros años en París, que aún le quedaba mucho por sufrir, y que con el paso del tiempo los palos que recibió le fueran agriando el carácter, pero el problema es la carencia total de atractivo de un personaje que daba para mucho más.
Parte de esa falta de carisma se debe también parcialmente a un problema del casting. El casi debutante Ignacio Mateos da perfectamente con el papel en lo que a físicamente se refiere, ya que sus rasgos guardan un gran parecido con los del pintor. Además, como Picasso, es de Málaga, y había vivido y actuado tiempo en Francia, por lo que visto así, parecía que no podía haber nadie más ideal para el papel. El problema es que a la hora de interpretar, Mateos carece de fuerza suficiente para llevar todo el peso del personaje. No es mal actor, pero a mi me ha faltado algo. Todo lo contrario que le ocurre a Pierre Bénézit en el papel de Apollinaire, además de que su personaje está mejor descrito y en algunas ocasiones tiene más protagonismo que el propio Picasso. El resto del reparto también es muy competente, desde la guapísima Raphaëlle Agogué, que le da una gran personalidad a su Fernande Olivier, un personaje que de otro modo podría haber quedado muy desaprovechado, un divertido Jordi Vilches como Manolo Hugué, Louise Monot como Marie Laurencin, o Lionel Abelanski como Max Jacob, entre otros.
(Foto del director Fernando Colomo y de algunos de los actores principales de la película en photocall de esta mañana, por cortesía de Mari Carmen Fúnez Galán, compañera de Cinema ad hoc)
– El momento: me ha gustado especialmente ese en el que Leo Stein y Henri Matisse van a ver “Las señoritas de Avignon” y se ríen del cuadro. Por un lado, me gusta porque muestra las dificultades por las que tuvo que pasar Picasso para que su arte se entendiera, y también, porque mucha gente sigue teniendo la misma reacción ante el arte contemporáneo, aunque haya pasado un siglo, y vemos lo que llamaba Colomo “los guiños de la vida”, que las cosas no son tan diferentes ni cambian tanto de una época a otra.
– Conclusión: “La banda Picasso” es simpática y agradable de ver. Puede que cinematográficamente no tenga más trascendencia, pero como homenaje es estupenda. La historia del robo no parece más que una excusa para retratar una época artística concreta y fundamental en la historia, en la que todo estaba a punto de cambiar por la aparición del cubismo. Una película que, a pesar de su supuesta falta de pretensiones, resulta casi pedagógica (sin llegar ni mucho menos al nivel de otras como, por ejemplo, “Goya en Burdeos” -1999- de Carlos Saura), y que debería exhibirse en cualquier clase en la que se estudie a Picasso. Los amantes del arte por tanto la disfrutarán.