– ¿Qué?: Simon, empleado en una casa de subastas, se alía con una banda de delincuentes para robar una famosa pintura de Goya. Durante el atraco, Simon recibe un fuerte golpe en la cabeza, y no recuerda dónde ha dejado el cuadro. El jefe de la banda, Franck, decide entonces contratar los servicios de una terapeuta para que, mediante hipnosis, pueda desbloquear la mente de Simon y, de esa manera recuperar el cuadro…
– ¿Cuándo?: el martes 2 de Abril
– ¿Dónde?: En los Odeon Brighton.
– ¿Por qué?: es la nueva película de Danny Boyle, poco más hay que añadir, me gusta mucho, y me cae bien. Y está además protagonizada por James McAvoy, a quien iba a ver dos días después en el teatro en Londres.
– Merece la pena porque… es un thriller muy interesante que, aunque en el fondo no cuenta nada nuevo, lo hace de manera diferente y eficaz. Basada en una tv-movie que en su día rechazó dirigir, casi 20 años después Danny Boyle rescata aquel proyecto transformándolo en su última película, en la cual parece descargar todos sus demonios mentales con un trabajo enfermizo y frenético. Con una atmósfera onírica, o más bien de pesadilla, Boyle, un director visualmente muy interesante, aunque casi siempre excesivo, vuelve a abarrotar la película con una multitud de planos desde todos los puntos de vista posibles, y a dotarla de su característico ritmo enajenado, que es perfecto para las características de la historia y le imprime muchísimo dinamismo. El director se rodea además de su equipo habitual, que ya sabe que le da buenos resultados, como la siempre espectacular fotografía de Anthony Dod Mantle, o la espectacular banda sonora, muy del estilo de Boyle, con temas recargadísimos y grandilocuentes, que corre a cargo de Rick Smith, componente de Underworld, grupo de música electrónica que ya había establecido un fuerte vínculo con Boyle (su tema más conocido, “Born Slippy. NUXX”, se popularizó gracias a que sonaba en “Trainspotting” -1996-), trabajando con él en cine, teatro e incluso en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de 2012.
También Boyle vuelve a contar en el guión con uno de los colaboradores con lo que tiene una relación más longeva, John Hodge, con quien no trabajaba desde el 2000 en “La playa” (The beach). “Trance” por momentos parece un caos de acontecimientos poco claros en los que no se entienden las situaciones ni las reacciones. Pero realmente la película, a través del acelerado montaje, nos va lanzando pistas de lo que ha sucedido o va a suceder. Un puzzle que, como en la mente de Simon, se le presenta al espectador a través de piezas sueltas aparentemente inconexas hasta que poco a poco todo se va aclarando y formando. Quizás incluso demasiado. Y es que realmente, “Trance” tiene el problema de ser una película sobre la mente humana que no hace pensar. Se ve con interés y es sorprendente en ocasiones, pero no supone ningún reto para el espectador, primero porque retuerce tanto en sí misma que no se comprende, y luego porque se ordena sola de manera perfecta y se lo da todo bien masticado. Todo pasa por algo, todo queda muy bien atado, pero si bien eso no tiene por qué ser un defecto, aquí parece demasiado forzado para que sea así. Y el remate para la resolución cerrada y correcta es esa última escena buenrollera, supuestamente romántica y bastante ridícula, que parece un pegote puesto al final, y rompe el tono de la película. Un tono que, por otro lado, cuesta coger, ya que es difícil situarla en un género claro: tan pronto estamos en una película de robos, como en una cinta erótica de triángulos amorosos o un thriller psicológico, incluso con tintes de comedia.
En cuanto al reparto, está encabezado, como he dicho antes, por un James McAvoy (que va ganando puntos para ser el nuevo Ewan McGregor) algo desaprovechado, que, estando muy solvente, como es habitual, casi no tiene ninguna ocasión de lucirse especialmente Además, su química con Rosario Dawson es nula. Es precisamente ella, una preciosa Rosario Dawson, quien se acaba metiendo la película en el bolsillo y se hace absolutamente dueña y protagonista de la misma. Ya había ganas de volver a verla en un papel a su altura. El tercer vértice del triángulo es Vincent Cassel, tan correcto como siempre, pero al que ya aburre un poco ver haciendo el mismo papel de mafioso.
– El momento: toda la primera escena del atraco en la casa de subastas es magistral, tan frenética como toda la película, pero mientras que el resto es algo disperso, este momento funciona con la precisión de un reloj, de esos que te hacen contener el aliento en la butaca. Una lástima que esta tensión no funcione igual durante toda la película.
– La frase: No piece of art is worth a human life.
– Conclusión: “Trance”, como mínimo, contentará a aquellos que esperaban la vuelta del Danny Boyle más turbio y degenerado tras su paso por un cine más bienintencionado con “Slumdog Millionaire” (2008) o incluso “127 horas” (127 hours, -2010-). Pero aunque es estéticamente atractiva, realmente “Trance” es una película llena de trampas, las cuales sabe jugar muy bien, pero a poco que uno se fije, se hacen evidentes. Habla de arte, de amor, de obsesión, de psicología… pero en el fondo es una película vacía. Como thriller entretenido y de calidad es absolutamente satisfactorio, que ya es mucho, muchísimo. Pero quien vaya con las expectativas más altas, puede llevarse una decepción.