Artículo y fotos de Miguel Delgado
Estos días en Madrid, imagino que también en el resto de ciudades españolas (menos en Pontevedra, sería muy cruel), uno puede encontrarse carteles de la última película del director británico Danny Boyle. También puede verse con más asiduidad su anuncio en la televisión, donde uno puede comprobar el extraño, por no decir otra cosa, doblaje que podrá escucharse en nuestros cines. No es un estreno masivo, como los que hemos podido ver últimamente con El Hobbit: Un viaje inesperado, o El gran Gatsby, pero aún así cualquiera se sorprendería si hace unos seis años le dijeran que un estreno de Boyle iba a ser recibido de manera tan candente, teniendo en cuenta lo especial y arriesgado del director. No es tan extraño si ya nos adelantamos en el tiempo y repasamos sus últimos éxitos con Slumdog Millionaire y 127 horas, películas más amables y menos arriesgadas que su obra precedente, que le granjearon el beneplácito de Hollywood, y que incluso le llevaron a dirigir la ceremonia de los Juegos Olímpicos que tuvieron lugar el año pasado.
Pero vamos a centrarnos más en Trance y en su realizador, que vuelve a Londres. Nos encontramos de nuevo una cinta más arriesgada, prueba habitual del cine de Boyle, definiendo la palabra como que hace lo que le sale de las narices si él cree en ello. Muchas veces eso hace que algunos momentos de sus películas bordeen el ridículo, como en algunos de 28 días después, pero que sin duda otorgan personalidad a su obra. Quienes echaban de menos esa faceta suya, como yo, están de enhorabuena. Que si tiene que incluir una gran carga sexual, no hay problema, que si aquí puede quedar bien llenar de ruido una escena, pues lo hace, o desnivelar las escenas… Otra cosa no, pero visualmente sabe innovar y dar ritmo. Lo que comúnmente se suele denominar de manera despectiva “estilo videoclipero”, pero bien hecho, con sentido.
Aunque bueno, que nadie se engañe, Trance también adolece de los defectos del director, que los tiene. Es una película algo vacía, donde muchas veces los personajes optan por acciones o decisiones absurdas con tal de dar paso o desatar la trama. La forma se come un poco al fondo en su cine, y mientras que aquí es algo casi beneficioso, en 127 horas por ejemplo, jugaba completamente en su contra. No resulta tan fascinante como todo juego mental debería ser, y el final es un “Ah, pues vale”, más que una autentica sorpresa. Los actores cumplen bien, sobre todo Rosario Dawson, pero no pueden hacer mucho por levantar la vacuidad del conjunto. Con esto no quiero decir que sea una mala película, ni aburrida. Todo lo contrario. Es un viaje entretenido y habilidoso, pero que no deja demasiada huella. No es una de esas películas para revisar detalles argumentales, pero sí que se puede ver por la inventiva visual de la que hace gala la película.
Y con motivo de su estreno también han tenido lugar multitud de pases de prensa, donde la gente no parecía muy entusiasmada, a pesar de tener bastante buena nota en sitios tales como Imdb o Filmaffinity. Y ayer, en el Hotel Villamagna de Madrid, hubo un photocall con la presencia del propio Boyle, donde pudimos hacerle unas cuantas fotos, que está aquí para presentar la película en la premiere que tendrá lugar hoy, y entregar un premio que no desvelaremos para no estropearle la sorpresa a nadie. ¿Cuál es el futuro de Boyle? Sonó con fuerza para el siguiente James Bond, lo cual hubiese sido interesantísimo, aunque finalmente Sam Mendes repetirá en un par de entregas más. Lo que sí que parece es que finalmente va a hacer la secuela de Trainspotting, que según he escuchado, no estará basada en “Porno”, la novela de Irvine Welsh que es una continuación directa. Habrá que ver, pero Boyle seguirá siendo Boyle, eso sin duda. Y para quien le interese, los 15 puntos que recomienda para ser un buen director, una lista absolutamente imprescindible para todos los interesados en hacer cine:
http://www.moviemaker.com/articles-directing/danny-boyle-15-golden-rules-filmmaking/