En Octubre de 2010 se estrenó en televisión la primera serie producida en nuestro país por un canal de pago, TNT, Todas las mujeres, dirigida y co-escrita por Mariano Barroso y protagonizada por Eduard Fernández, que interpretaba a Nacho, un veterinario que, estancado en un desgraciado matrimonio con la hija de su jefe, decide robarle a éste unos novillos para venderlos y empezar una vida nueva. Pero el plan no saldrá como era de esperar, y Nacho, al igual que un niño, irá recurriendo a las mujeres de su vida para que le ayuden a resolver un problema que sólo puede solucionar él, si es que tiene solución. Tras su presentación con críticas positivas en el pasado Festival de Málaga, llega a la cartelera española la versión cinematográfica de dicha serie, con el mismo equipo, que transforma los seis episodios de 25 minutos originales en un largometraje (también episódico) de 90 minutos.
Aunque su origen es televisivo, en la película Todas las mujeres se aprecia la esencia de lo que ya era ya el germen de la serie: su inspiración teatral. El filme está concebido como una obra dividida en un prólogo que pone en situación y rescata el personaje de la mujer de Nacho (Lucía Quintana), el menos lucido y desarrollado de todos, y cinco actos que van subiendo en intensidad. De hecho, el primero de ellos, el de la amante (Michelle Jenner) aporta muy poco comparado con el de la ex novia frustrada (María Morales), la madre autoritaria (puede que el mejor de todos, con una inmensa Petra Martínez), la cuñada encantadora (Marta Larralde) y la psicóloga (Nathalie Poza), que aunque parece que es un personaje algo metido con calzador y de manera muy apurada para cerrar el círculo, será fundamental para la trama y para la evolución del personaje de Nacho.
Mariano Barroso acerca la cámara a los personajes, de manera casi indiscreta, introduciéndonos no sólo en sus estancias, sino en sus emociones. La película tiene una frescura que hace que, aunque traten temas totalmente diferentes, la manera de hacerlo recuerde a esa revelación de hace 11 años que fue Smoking Room, de Roger Gual y J.D. Wallovits, más allá de por la presencia de Eduard Fernández en ambas, sino por su estructura de parejas de personajes que comparten diálogos realistas, escritos por el propio director y Alejandro Hernández, habitual co-guionista de los últimos trabajos de Barroso y de Manuel Martín Cuenca, expresados de forma muy veraz, de manera que casi cualquiera puede reconocerse en alguno de los personajes. Como ocurría también en Smoking Room, la historia principal de Todas las mujeres, la del robo de los novillos, que es la que origina las escenas, es una excusa, un macguffin para desarrollar, en este caso, toda una serie de disertaciones sobre la inmadurez, el engaño o las relaciones, entre otras cosas, que además dan pie a sus intérpretes a lucirse ampliamente, tanto Fernández, que es la encarnación de la naturalidad, como todas las actrices que le rodean.
Todas las mujeres es cine minimalista y en crudo, no tanto por mostrar sus engranajes, sino por centrar su atención en lo básico y esencial del medio, en lo que se dice y quién lo dice, no es buscar una compleja estructura para contarlo. Una película de palabras, de actores y de verdades como hacía tiempo que no se veía.
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