Amat Escalante es uno de los directores más jóvenes perteneciente a la corriente actual de Nuevo Cine Mexicano, cuyo principal representante es Carlos Reygadas (productor de las películas de Escalante, que fue su ayudante de cámara). Con miras a mostrar la realidad social del país desde el punto de vista de lo cotidiano, los trabajos de Nuevo Cine Mexicano se sitúan entre lo realista y lo experimental, y poseen gran influencia del cine europeo. Es habitual su presencia en los festivales más importantes, como el de Cannes, donde Escalante obtuvo el pasado Mayo el premio al mejor director por su último trabajo, Heli, que ahora llega a los cines.
Heli es un joven padre recién casado que lucha por sobrevivir junto con su mujer, su hijo, su padre y su hermana de una manera digna en una localidad perdida donde reina el comercio de drogas. Cuando Estela, la hermana pequeña, se enamore de un chico que se entrena para ser soldado, la vida de Heli y su familia cambiará para siempre. Un escalofriante relato sobre el narcotráfico, la corrupción, y el infierno que supone convivir día a día con ello. Ya desde la primera escena Escalante muestra sus armas: lo que vamos a ver no es fácil, no lo vamos a disfrutar (pero, ¿es que siempre hay que hacerlo?), y nos va a dar donde más nos duele. Literalmente. Heli parte de una perspectiva parcial (la del pueblo donde se desarrolla la acción) para dar una visión global (que no generalista) del ambiente desapasionado de una sociedad que casi asume la incapacidad de cambiar la dirección que ha tomado.
Escalante se erige como uno de los directores más hábiles rodando el movimiento desde el naturalismo, combinándolo con exasperantes (y adecuados) planos estáticos en los que juega hábilmente con el fuera de campo. Su estilo es de aparente hiperrealismo visual extremo, que se acentúa más aún con la naturalidad de las interpretaciones de los jóvenes actores noveles, especialmente Armando Espitia y Andrea Vergara como Heli y su hermana Estela. Pero a la vez, el director consigue extraerle a la fealdad de lo ordinario imágenes de enorme belleza, y hace un uso muy expresionista de la iluminación.
Además, Escalante dota a la primera parte de ligeros toques de humor amargo y crítico para con los personajes, las instituciones y los altos cargos que los rodean. Nada de eso queda en la segunda parte, tan árida como los paisajes que retrata. Es entonces cuando se le puede achacar falta de sutileza, que nos haría desear algo más de sugerencia en lugar de mostrar todo de manera tan cruda e incómoda para el espectador. Pero, por otro lado, parte de la fuerza de Heli radica en eso, y si la película impacta como lo hace (es imposible creer que alguien pueda sentirse impasible ante ciertas imágenes) es precisamente por el afán del director de enseñar y no insinuar.
Heli habla de un tema muchas veces ya tratado en el cine, pero lo hace en primera persona, de frente y sin tapujos ni tabúes. Tal vez eso es lo que más cuesta aceptar de ella, que los hechos tan horribles que se nos cuentan puedan ocurrir de verdad, y por ello se la tacha de exagerada y efectista. No deja ni siquiera un atisbo de solidaridad al que aferrarse, ya que es una película falta de esperanza hacia una realidad que no es la nuestra directamente, pero ante la que Escalante nos obliga a abrir los ojos casi con un efecto casi hipnótico.