AL ESTE DE HUNGRÍA, AL OESTE DE TURQUÍA
Reseña de Mario Iglesias
En una retrospectiva temática como Eastern Promises, presente en el Festival de San Sebastián y que ofreció 50 películas realizadas en los tres últimos lustros en los países que hasta 1989 formaron parte de la órbita soviética, resulta difícil apostar sobre seguro. El criterio fundamental no es de la calidad, sino el de ofrecer una panorámica de las tendencias dominantes en esos cines y, en medio de una abarrotada agenda compuesta por la Sección Oficial, Perlas, Zabaltegi (e incluso alguna otra cosa de Made in Spain), con la Retrospectiva Clásica de Dorothy Arzner descartada solamente porque el mes siguiente se traslada íntegra a la Filmoteca Española, parece arriesgado dejar de ver alguna joya procedente de Cannes o Berlín por ver algo que tal vez nos deje indiferentes. Sin embargo, cuando nos acercamos a la nacionalidad y vemos que se trata de Rumanía, parece que el riesgo se reduce prácticamente a cero, y después de ver Morgen, de Marian Crisan (2010, no estrenada comercialmente en España), las dudas sobre la elección se disipan.
La presencia del cine rumano en todo el mundo y se éxito en festivales, desde que La muerte del Sr. Lazarescu de Cristi Puiu ganara en 2005 el premio a la mejor película en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, ha suscitado algunas críticas, como que su estética está inequívocamente pensada para agradar a jurados y para, por su singularidad, poder copar sistemáticamente algún hueco en las secciones oficiales de los grandes certámenes cinematográficos. Es decir: se trata de hacer grandes películas deliberadamente para prestigiar una cinematografía prácticamente desconocida hasta hace diez años. Y yo me digo: bendita estrategia. Si todos los países del mundo la siguieran, los años 50 se quedarían pálidos ante la cantidad de grandes películas que se producirían cada año. Por desgracia, la mayoría se esfuerzan en hacer un cine para taquilla que no consigue grandes cifras de taquilla (cuando el cine rumano se ve en todo el mundo) o un cine social que se queda en paternalista (cuando el cine rumano, a pesar de aparente aspereza, está imbuido de un profundo humanismo y pese a sus toques de misantropía, siempre se sitúa del lado de los más débiles).
Morgen, Premio Especial del Jurado en el Festival de Locarno de 2010, no se sitúa al margen de la tendencia descrita y desde su mismo comienzo, ofrece un inequívoco aire de familia con el cine rumano que conocemos: largas secuencias transcurridas en un único plano, que suele ser distanciado y de varios minutos, ritmo demorado, diálogos sin diplomacias, protagonistas con ocupaciones modestas (en este caso, un vigilante de seguridad y una panadera), ausencia de música extradiegética, carencia de artificios como reflejo de la vulgaridad ambiental, cuidada fotografía (con buenas tomas de amaneceres y crepúsculos) y un reflejo crítico de la situación social, tan deslavazada y esperpéntica que por veces roza la comedia absurda.
Dicho esto, hay un elemento que consigue singularizar a Morgen, y es su temática. La película transcurre en Salonto, una pequeña población de la frontera entre Hungría y Rumanía, y su protagonista, Nelu, se topa, en uno de sus breves viajes de un país al otro para pescar, con un inmigrante, Behran, que intuimos gitano y turco (aunque nunca llegamos a oírle pronunciar una palabra en el mismo idioma que el protagonista) y que necesita llegar a Alemania. Entre ambos se va trenzando una relación de complicidad y Nelu se atreve, a pesar de las protestas de mujer y del acoso de la policía de fronteras, a esconderlo en su casa, a jugar con él a las cartas o al billar y, en definitiva, a acogerlo como a un amigo más. El objetivo final de Behran es llegar a Hungría, desde donde podrá moverse a Alemania sin tener que pasar por ningún puesto fronterizo, y a ello dedicarán varios intentos.
Morgen comienza con un largo travelling de la cámara a ras de suelo siguiendo la moto con sidecar del protagonista, que llega a la frontera rumano-húngara y se encuentra con la primera de las muchas actitudes absurdas que observaremos en la policía: le permiten pasar, pero tiene que dejar allí el magro botín de su breve visita a Hungría: un pescado. Un travelling idéntico se repetirá en varios momentos clave de la trama, siguiendo a la camioneta desde la que saltará, camuflado en la parte de atrás, Behran, en su primera irrupción en la película; al autobús de forofos que se dirige a jugar un partido contra el vecino equipo húngaro con el que existe la máxima rivalidad y en el que Behran intenta la primera de sus fugas; a la unidad pinta carreteras en la cual el inmigrante turco se camufla como un trabajador más para pasar la frontera y, de nuevo, al coche con sidecar, con el cual los dos amigos intentarán una última fuga nocturna.
Con más de un punto en común con Le Havre de Aki Kaurismäki -estrenada un año más tarde-, con la sensibilidad justa para captar la fina línea que distingue la decencia de la indiferencia y con una oportuna crítica a la actitud de la nueva Rumanía incorporada la UE frente a sus vecinos más pobres, Morgen es una muy buena obra que, sin duda, habría merecido algo mejor que la villana indiferencia con que los distribuidores europeos la castigaron.