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The Zero Theorem (2013)

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Reseña de Miguel Delgado

Hace unos meses que se anunció la salida de lo último de Terry Gilliam directamente en formato doméstico, y aunque desde entonces no se supo nada más, finalmente Sony anunció hace un par de semanas estrenarla en salas este mismo viernes. Es de suponer que con tan poco tiempo para darle promoción será un lanzamiento bastante limitado, pero poder apreciar lo nuevo de Gilliam en pantalla grande siempre es un placer.  Nos encontramos ante uno de esos directores con un estilo completamente característico y reconocible al instante, con una plasticidad muy especial que se ama o se odia. Aunque en algún que otro trabajo el director se haya matizado o amoldado a estándares más convencionales, este no es el caso de The Zero Theorem, una locura propia de él.

Esta película vendría a formar parte de una trilogía no oficial junto a Brazil (1985) y 12 monos (1995). No son solo dos de las mejores películas de Gilliam y las que entran dentro de los terrenos de ciencia ficción, sino que es su manera de exponer a las gentes del futuro y aquellos que les gobiernan lo que más uniones hace entre aquellas dos películas y la que ahora se estrena: un futuro atemporal con una fuerte influencia del steampunk, personajes extravagantes, un gobierno aséptico y controlador, y los protagonistas, siempre marginados de este sistema que, de tan locos, son los más cuerdos del lugar. En este caso seguimos las aventuras de Qohen Leth, un genio de los ordenadores que habla siempre en primera persona del plural y que toda su ambición es poder trabajar desde casa, ya que espera una misteriosa llamada…

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Intentar entender al personaje de un brillante Christoph Waltz, en una interpretación igual de espléndida aunque muy distinto de aquellas que le granjearon el Oscar, es un trabajo fútil, ya que resulta incomprensible (personalmente, desconozco si para algún ingeniero/ físico/ matemático tendrá sentido, o es un simple juego fantástico propuesto por el realizador). Y es que al contrario que otras películas de sci-fi estrenadas a lo largo del año de muy distinta calidad como Trascendence, Lucy o Interstellar, Gilliam no parte de elementos conocidos para intentar alcanzar un grado elevado e imposible en el universo actual, si no que se vale de aquello incomprensible para hablar de cosas comprensibles para cualquier ser humano normal. La película no parte de la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida de las personas?” para teorizar, si no que parte de la teoría para removernos con esa pregunta.

Por ese motivo resulta The Zero Theorem una película tan entretenida. No es difícil apreciar a Leth, algo que puede parecer complicado por lo grimoso del personaje, y que gracias a la labor del director y del actor se consigue con una facilidad pasmosa, así como una acción rápida y rítmica, cuando nos encontramos antes una película que transcurre casi en su totalidad en una desvencijada catedral. Del resto del reparto destacan Melanie Thierry con el segundo personaje más agradecido de la cinta, y la breve presencia de David Thewlis ofreciendo su mejor interpretación en muchísimo tiempo. Menos tiempo tienen para lucirse grandes actores como Ben Whishaw, en lo que es practicamente un cameo, Tilda Swinton (rap incluido) y Matt Damon, que parece haberle cogido al gustillo a eso de ser el actor de tapadillo de la sci-fi.

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Como hemos comentado, The Zero Theorem es puro Gilliam. Así que si usted nunca ha comulgado con el cine de este miembro de los Monty Python, huya a toda velocidad de esta obra. Sin embargo, si alguna vez ha sabido apreciar algunas de sus trabajos, vale la pena echarle un vistazo, aunque solo sea por apreciar ese estilo visual tan propio y extravagante, y un diseño de producción que va en el mismo nivel. Nada desentona en ese mundo tan fuera de tono. Aunque el broche final, siempre difícil en este tipo de películas, se queda algo corto, y a pesar de su carácter onírico no consigue la trascendencia esperada. Es en este punto donde la obra se muestra un escalón por debajo que sus dos hermanas mayores de la trilogía, sin desmerecerla en absoluto.

En definitiva, lo que parecía un hermético y deslavazado viaje de locura psicodélica sci-fi se muestra como un entretenimiento de primera, una melancólica obra que ofrece muchísimas más preguntas que respuestas, sin por ello resultar críptica o incomprensible, lo que revela en Gilliam bastante humildad en sus intenciones, aunque pueda parecer lo contrario. Eso sí, es su universo, con sus locuras, sus salidas de tono y su aire esperpéntico.  Pero aunque esto fuera algo malo, valdría la pena solo por disfrutar de la brillante labor actoral, sobre todo la de Christoph Waltz, dueño absoluto de la función y al que cada día da más placer ver en la pantalla.

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Esta entrada fue publicada en 27 noviembre, 2014 por en Cine inglés y etiquetada con , , , , , , , .
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