Reseña de Miguel Delgado
Uno de los temas narrativos de moda hoy en día es la relación de la tecnología con el ser humano, ya sean alegorías de ciencia ficción fantasiosa u obras más cercanas al mundo tal y como lo conocemos. No soy partidario, ni muchísimo menos, de una satanización extrema de estos elementos, y ese era mi principal miedo hacia último estreno de Jason Reitman, un realizador que alcanzó cierta fama con sus primeras películas, considerado una especie de nuevo Alexander Payne. Curiosamente, cuando el director de Entre copas (2004) volvió a ponerse tras las cámaras, la presencia de Reitman en premios y demás consideraciones se desvaneció, algo comprensible cuando dirige cintas como Una vida en tres días (2013), una película infame en la que el realizador alcanzaba unos niveles tan rancios que pareciera que hubiese envejecido 60 años de golpe. Por suerte, su nueva obra vuelve a retomar un poco de la mala uva mostrada en otros trabajos, distando mucho, eso sí, de ser de los mejores.
Hombres, mujeres y niños trata las vidas de varias familias de clase media de una pequeña población norteamericana, haciende hincapié en la relación entre ellos y las nuevas tecnologías de comunicación. Así asistimos a las aparentemente confortables vidas de padres e hijos que obviamente no son tal, esconden mucha miseria que se nos irá exponiendo a lo largo de la cinta. Esta exploración resulta creíble prácticamente durante toda la narración, teniendo Reitman un buen gancho para llevar al espectador durante el viaje. Es cierto que no todas las historias están bien resueltas. Algunas desaparecen durante demasiado tiempo de pantalla y otras quedan algo desdibujadas al final. Pero todas están lo suficientemente bien retratadas como para no restar fluidez al conjunto.
La relación persona-tecnología tiene un efecto recíproco, lo bastante ambiguo para encontrar un tono adecuado alejado de los moralismos. Mientras que para algunos personajes la presencia de un pc deriva en complicaciones en el ámbito sexual, para otros puede servir como una liberación, siendo las personas de su entorno las que ejercen una fuente de opresión o trauma. Como hemos dicho, Reitman recupera algo del estilo que expuso en Gracias por fumar (2005) o Up in the air (2009), aunque también es cierto que ha perdido bastante de la frescura de aquellos trabajos. Y es que la mirada de Reitman en torno al ambiente familiar se siente a lo largo de su filmografía más suave que la que expone cuando habla de negocios.
En el plano actoral, poco que reprochar. Sin que nadie se alce con el protagonismo, resulta agradable ver a Adam Sandler en un papel más serio que de costumbre, alejado de la comedia basura, así como a Dean Norris en pantalla grande (conocido por ser Hank en Breaking Bad). La sorpresa la trae Jennifer Garner, con un papel totalmente alejado de su imagen pública, ofreciendo un trabajo más que convincente. El reparto joven , en su mayoría rostros desconocidos, no desentona con el resto. Un trabajo en general destacable, una parte importante a la hora de levantar la película. Eso sí, la voz en off de Emma Thompson, aunque con la gracia de poner el tono de voz de un sistema operativo, resulta un poco enervante y está utilizada de modo arbitrario. Un elemento del todo prescindible.
En resumen, Jason Reitman sube el nivel con una cinta que, sin embargo, está siendo injustamente vapuleada por la crítica internacional. Un retrato tragicómico de la clase media americana bien llevado, aunque al final le sobra un poco de caramelo. Esperemos que no sea un pequeño canto de cisne de un realizador que ha demostrado que puede hacerlo bastante mejor, así como muchísimo peor.