Reseña de Miguel Delgado
Hasta hace apenas diez años, Matthew Vaughn era un hombre no muy conocido. Se había encargado de la producción de los primeras películas de Guy Ritchie y era (sigue siendo) el marido de Claudia Schiffer , pero en el terreno de la dirección apenas contaba con Layer Cake (2004) en su curriculum. Desde entonces la carrera en este campo ha ido hacia arriba tras encargarse de la realización de Stardust (2007), Kick Ass (2010) y X-Men: Primera generación (2011). Películas muy bien consideradas, aunque no dejaban de ser meros divertimentos sin mucho más que rascar. Aunque en un principio iba a ponerse al frente de las secuelas de sus dos últimos trabajos, acabó dejando de lado ambos proyectos en favor de Kingsman: Servicio secreto. Esto podría parecer una decisión poco lógica, aunque finalmente y viendo los resultados, encontramos la elección de Vaughn de lo más acertada. Kingsman es su mejor película hasta la fecha, y probablemente uno de los mejores y más divertidos blockbusters de este año que acaba de empezar.
Basada muy libremente, al igual que Kick Ass, en un comic de Mark Millar, The Secret Service, dibujado por Dave Gibbons, la película entra dentro del género de espionaje desde un punto de vista festivo y muy británico. Kingsman puede partir de un argumento que, de base puede parecer tópico: unos científicos desparecidos, un chaval problemático al que un mentor que confía en él intenta enseñar disciplina, un villano con un malévolo plan… Todo esto visto mil veces, pero el filme de Vaughn en ningún momento da la sensación de rutinario ni repetitivo. La cinta posee un carisma propio, de divertimento autoconsciente, que lleva al espectador de la mano y no lo suelta durante todo el metraje. Lo que empieza como homenaje al cine de espías acaba alcanzando cuotas transgresoras. Tampoco es que Vaughn se corte un pelo a la hora de llevar su propuesta a los terrenos que quiere, no temiendo ser gamberra ni violenta (hay bastantes escenas no aptas para gente sensible).
A niveles puramente técnicos, el director siempre ha tenido momentos de inspiración sin terminar de conseguir una perfecta realización nunca. Está a punto de conseguirlo en Kingsman aunque la manera de visualizar la pelea de Colin Firth en el bar resulta extraña y poco favorecedora. A partir de ahí el film se vuelve un espectáculo arrollador, e incluso consigue escenas memorables, como la de la iglesia, que es de lo mejor que se ha visto en el género de acción en años. Ahí tenemos también esos títulos iniciales, muy imaginativos. Tanto el realizador como todo el equipo han puesto el máximo para entregar un producto de primera. Tal vez una de las pocas pegas sea la banda sonora compuesta por Henry Jackman y Matt Margeson, poco destacada durante el visionado de la película, pero esto queda completamente suplido con el uso de canciones no originales en los momentos más punteros.
Hay que alabar también al reparto, formado por caras conocidas, y otras más sorprendentes. El protagonismo se lo dividen un Colin Firth espléndido y desatado, moviéndose como pez en el agua en este terreno que tan alejado parece a los que suele hacer, y el joven y desconocido Taron Egerton, que, lejos de caer en la repelencia tan típica que pueden llevar este tipo de papeles, aguanta el tipo ante Firth y los demás, consiguiendo llevar el peso de la cinta sin problemas cuando es necesario. También resulta de lo más agradable ver a Samuel L. Jackson, muchas veces relegado a secundario presencial, en un papel con presencia, carisma y personalidad, el contrapunto perfecto como amenaza. Destacar tambien la agradable presencia de Mark Strong, habitual del director, y de Michael Caine, en un personaje que no requiere de grandes esfuerzos por parte del británico. Por último mención especial para un actor muy especial al que sorprende ver, aunque sea en un papel pequeño, y sobre el que es mejor no decirle nada al espectador y que lo descubra por sí mismo.
Kingsman será una de las películas favoritas de Tarantino del año en las listas que suele sacar. También es aquello que siempre quisieron ser las más exageradas y descacharrantes aventuras de James Bond y ninguna lo consiguió. Es el trabajo de Matthew Vaughn más inspirado, en el que mejor puede desplegar su talento, y el más transgresor en su fondo. Pero por encima de todo, es un entretenimiento de primera, en el que su manera de darle la vuelta al género sin despegarse de los modelos de base podrían convertirla en una especie de Watchmen del mundo de espías, aunque más cómica y ligera. Este servicio secreto se lo ha puesto muy difícil a las otras cintas del género en un año atiborrado con The Man from U.N.C.L.E. de Guy Ritchie y las nuevas aventuras de James Bond y Misión Imposible. Y sale hasta un carlino. Lo tiene todo.
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