Reseña de Miguel Delgado
Como viene siendo habitual en los últimos tiempos, pasados los Oscar aún llegan a nuestras carteleras los últimos coletazos de cintas candidatas a algunos de los premios. También se ha convertido en algo común dejar una de las nominadas a mejor película para poco después de los premios. Si el año pasado hubo que esperar hasta después de la gala para poder ver Dallas Buyer Club, en este 2015 la cinta que se ha hecho de rogar ha sido Selma. Una película que viene acompañada por bastante ruido debido a su caso especial, creando polémica el hecho de que fuera prácticamente ignorada en los premios cuando, por otra parte, una de sus dos nominaciones era mejor film del año. El otro era el de mejor canción, el premio más pobre de todos los posibles.
La ausencia del reparto y de la directora Ava DuVernay, creó una gran polémica en unos premios que fueron catalogados de racistas y machistas. Aunque finalmente lo importante es ver si una película es lo bastante buena como para estar nominada, independientemente del tema que trata o del color o sexo de los miembros de su equipo. En ese sentido, Selma está lejos de convertirse en una de los mejores filmes del año, pero es un trabajo con calidad sobrada, solvente y perfectamente encajable dentro de los Oscar, en los que podría haber estado más presente. Dejando de lado esto y yendo al tema en cuestión, la cinta en sí, trata sobre la lucha de Martin Luther King para conseguir el voto para el pueblo negro americano, y las manifestaciones que tuvieron lugar para conseguirlo en la pequeña ciudad que da nombre a la película.
El tono general es sobrio, quitando algún que otro plano a cámara lenta tal vez demasiado remarcado, y esa es la principal baza de la cinta, que sin forzar la emotividad y heroicidad de Luther King y el resto de su equipo, consigue llegar al espectador simplemente con la fuerza de la veracidad de la historia. El guión se equilibra entre lo personal y lo político, con esas acertadas escenas sombrías entre el protagonista y su mujer, y los discursos, en los que David Oyelowo se erige con una gran interpretación de la famosa figura. También destaca la definición y actuación de Tom Wilkinson como el presidente Johnson, un retrato nada idealizado ni agradable.
Técnicamente la factura presenta también numerosos aciertos, como el uso de claroscuros en la trabajada fotografía. Tanto el tema como la factura traen reminiscencias del Lincoln (2012) de Steven Spielberg, aunque sin la complejidad gigantesca de aquella. También resulta muy interesante la banda sonora, tanto en su música original, siempre acertada aunque en general discreta, y el uso de canciones de la época para ambientar ciertos momentos, en especial esa carga en el puente a ritmo de “Walk With Me” de Martha Bass. Al final de los créditos encontramos Glory, tema original compuesto por John Legend y el rapero Common (también actor en la película), que tras el impacto de Selma en la comunidad negra y una recargada actuación en los premios de la Academia en la que además ganó, se ha convertido ya en un himno. Hay que reconocer que, a pesar de cumplir con todos los clichés que se pudiesen esperar (tono gospel, partes rapeadas, coros femeninos eclesiásticos…) no es un mal tema, y puede llegar a emocionar.
Selma no es innovadora cinematográficamente hablando, pero si es una gran película de un tema remarcable, hecha con sentimiento, pero también con inteligencia. Tal vez ahora, tras el aluvión de la temporada de premios, pueda verse ignorada por un público que ya no está preocupado por la competición, pero independientemente de ello es un filme admirable.
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