Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
En su famoso poema Ítaca, el escritor griego Constantino Kavafis hacía referencia al viaje de la vida, y a las enseñanzas que vamos aprendiendo en sus diferentes etapas. Los buenos momentos, pero también los miedos internos, son los que, para bien o para mal, nos llevan a la situación actual en la que nos encontramos. Miedos que suelen estar relacionados con la soledad, y que nos hacen recurrir constantemente a los recuerdos. Y es que “el tiempo es implacable”, como dice uno de los protagonistas de Regreso a Ítaca, película dirigida por el francés Laurent Cantet, pero de tono indudablemente latino.
El poema de Kavafis estaba inspirado en La Odisea, en la que Homero nos contaba los 10 años que le llevaba a Ulises regresar tras la Guerra de Troya a su lugar de origen, Ítaca. En el filme de Cantet, Amadeo tarda 16 años en volver Ítaca (Cuba), tras su particular odisea (exilio) en España. “Vaya tragedia griega”, exclama uno de los cuatro amigos con los que está celebrando su vuelta, cuando les cuenta la epopeya que pasó para conseguir una buena vida en Madrid. En la terraza de una casa en La Habana, lo que empezará con una alegre velada de bromas, historias pasadas y reflexiones sobre el arte, mientras se suceden canciones de Formula V, Serrat, Mamas & The Papas o algún bolero, acabará dejando al descubierto sorprendentes revelaciones y resentimientos guardados durante años.
La relación de Cantet con Cuba ya empezó a verse en Foxfire (2012), para terminar de manifestarse en uno de los cortometrajes que componen la película 7 días en La Habana (2012). El escritor Leonardo Padura, que se encargó de los guiones de aquella cinta, ahora co-escribe Regreso a Ítaca con Cantet, tomando como referente su libro La novela de mi vida. El ambiente de nostalgia y de amargura que va adquiriendo la cinta tiene su conexión inmediata con la pérdida de los sueños de aquella generación que puso las esperanzas en la Revolución. Una visión crítica del país, que si bien no impidió la realización de la cinta, sí que hizo que se la excluyera el pasado mes de Diciembre del Festival de La Habana (tras haber pasado con éxito por Venecia, Biarritz y San Sebastián). Aunque puede seguir la línea de tragicomedia francesa sobre relaciones de amigos, Cantet se integra a la perfección y le da un tono visceral y directo, muy lejos de una mirada europeizada condicionada.
Una película teatral y fundamentalmente dialéctica, discursiva, y autoconsciente de ello. Y al mismo tiempo, Cantet sabe cuándo dar protagonismo a las miradas y los rostros de un reparto en estado de gracia, en el que sobresale el nombre de Jorge Perugorría, pero en el que todos brillan y tienen su momento de gloria, destacando a Néstor Jiménez como el ya mencionado Amadeo. Quizás esto sea lo más reprochable del conjunto, su naturalidad evidentemente construida, su falta de improvisación, su evolución a través de momentos de trascendentes disertaciones, lo cual no quiere decir que algunos de ellos no posean una gran emotividad.
Regreso a Ítaca es un poema épico en torno a un país en un momento de cambio, el cual solo puede darse tras reflexiones analíticas como ésta; algo que muchos otros deberían aplicarse. Pero además, es un estudio en torno a la necesidad humana de sentir una pertenencia a un grupo y a un lugar, y de volver allí para entender por qué tus pasos te han llevado sobre un camino u otro. De nuevo, ya lo decía Kavafis:
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.