Cabe plantearse una cuestión al ponerse a hablar de Ahora o nunca: ¿Sería la misma película si estuviese protagonizada por un actor que no fuera Dani Rovira? Es imposible no pensarlo cuando el filme empieza, directamente, enfocando el rostro del cómico; está, por tanto, condicionado para su lucimiento. Aunque ese no es el motivo (o al menos, no el único) para el fracaso de la película. El segundo trabajo protagonizado por Rovira es una historia de amor en la que Álex y Eva, una pareja a punto de casarse, tendrá que hacer frente a todas las adversidades posibles, empezando porque al novio le resultará una misión imposible coger un avión hacia el lugar donde se va a celebrar la boda. Con una premisa parecida, a Borja Cobeaga, experto en repetir fórmula de manera ingeniosa, le salió mejor la jugada en No controles (2010), una cinta provista a partes iguales de una gracia y un sentimiento de los que carece el trabajo de María Ripoll.
Hablando de Cobeaga, resulta casi inevitable comparar Ahora o nunca con el fenómeno escrito por él Ocho apellidos vascos (2014, aunque se debe básicamente por la presencia de Rovira y Claro Lago); sin embargo, el filme de Ripoll estaría más emparentado con la estética indie de La gran familia española (2013, salvando todas las distancias con el magnífico trabajo de Daniel Sánchez- Arévalo), o incluso, con la recientemente estrenada Cómo sobrevivir a una despedida, en su exposición de una sucesión de desencuentros descabellados que se solucionan con una conclusión principalmente conservadora. La película de Emilio Martínez Lázaro utilizaba los estereotipos para realizar una mofa interna, nacional (e incluso generacional), bastante acertada. Por el contrario, Ripoll, que siempre se ha mostrado en su cine interesada en los contrastes de culturas (estrenó a finales del año pasado Rastros de sándalo), aquí se limita a realizar retratos bastante molestos y simplistas en los que quedan mal tanto españoles como, sobre todo, británicos u holandeses. Muy propio eso de nuestro carácter: nos reímos de nosotros mismos, sí, pero sobre todo de los demás. El elaborado montaje une los sketches mediante los que avanza una cinta sin historia, abriendo tramas que luego no desarrolla, y que es tan plana como todos sus personajes, atrapados entre situaciones absurdas y momentos de humor físico (protagonizados tanto por hombres como mujeres, siendo la escena del queso es especialmente avergonzante). Dani Rovira es muy divertido, eso ya lo sabemos, pero aquí no consigue que no le veamos a él todo el tiempo en lugar de a Álex, mientras que María Valverde parece constantemente descafeinada, y ni siquiera sabemos por qué. Les superan sin duda los suegros (Gracia Olayo, Joaquín Nuñez o Jordi Sánchez) y Anna Gras, aunque su personaje sea simplemente un derivado del de Melissa McCarthy en La boda de mi mejor amiga (2011) mientras que muchos de los demás no son más que esbozos, como le ocurre a Yolanda Ramos, que parece recién salida de Homo Zapping.
Ahora o nunca es un cuento de hadas de manual sobre el amor y su capacidad de superar todos los obstáculos. Más que desmontar tópicos, los acumula sin cesar, por lo que podríamos encontrarnos antes una gran parodia. Pero no, la cinta de Ripoll (¿o de Rovira?), que parece más pensada para la exhibición de sus estrellas que para el público, se toma demasiado en serio como para que podamos reírnos con o incluso de ella.