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Los exiliados románticos (2015)

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El cine de Jonás Trueba se caracteriza, además de por la cita explícita a sus referentes directos (principalmente la Nouvelle Vague), por un romanticismo nostálgico latente, que queda en evidencia en su gusto por lo vintage, como si quisiera recrear una época de la que se siente parte, pero a la que ha llegado muy tarde. También en sus argumentos se aprecia este carácter: en su ópera prima, Todas las canciones hablan de mí (2010), contaba la ruptura de una relación y el proceso de duelo hasta una posible reconciliación. Por su parte, Los ilusos (2013) era un retrato bohemio del desencanto colectivo de los jóvenes que se encuentran entre los 20 y los 30 años. Su tercer largometraje, Los exiliados románticos (Premio Especial del Jurado en Málaga)  sigue siendo una película generacional, que refleja los mismos problemas de falta de identidad, comunicación y compromiso de las anteriores, pero desde un punto de vista más luminoso, menos desencantado. También abandona Trueba por primera vez las calles de Madrid para irse al destino soñado, París.

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Al comienzo de Los ilusos, leíamos un enunciado que ya era una declaración de intenciones: “Se generan expectativas acerca de lo que una película debería ser o representar. Esperamos ser transparentes”. En este sentido, Los exiliados románticos es lo más parecido a un cuadro impresionista dentro del medio audiovisual. Empieza con una cita del historiador E. H. Carr, del libro del mismo título en el que habla de diversas personalidades rusas que abandonaron su país en el siglo XIX, y a partir de ahí, avanza a la deriva, sin centrarse en ningún tema más allá de un hilo conductor muy básico: el road-trip de tres amigos que tiene como objetivo una arriesgada declaración de amor. Trueba rompe con el claroscuro de su anterior película, anunciando ya desde el tráiler una obra “a todo color”, y creando un modulado cromático emocional, con sus diversas variantes. Aparentemente deslavazada, como hecha a pinceladas sueltas (es la primera película de Trueba que no está dividida en capítulos), evoca el joie de vivre de los cuadros de Pierre-Auguste Renoir, centrándose en la relación de los personajes con el entorno que les rodea, y que actúa como proyección de sus sentimientos.

Trueba es un autor interesado por el paso del tiempo, marcado por los cambios que se suceden en los distintos períodos del año, los cuales además influyen tanto en el rodaje, como en la narración y la exhibición de sus películas. No en vano, en la escena que da título a Todas las canciones hablan de mi suena La estación de los amores, de Franco Battiato. Los ilusos transitaba durante un hermético invierno, para terminar con este texto de Emily Dickinson: Jugarán los niños en el prado / dormitan bajo tierra otros cansancios / pero la pensativa primavera / como la nieve llegará a su tiempo.”  Los exiliados románticos desemboca así en un estío coherente, que funciona como detención temporal de las obligaciones del día a día impuestas por la sociedad, y que además ha tenido una presentación previa a su estreno en una gira de cines de verano por toda España.

LOS EXILIADOS ROMÁNTICOS (Vito Sanz)

Al inicio de la película, escuchamos una versión instrumental y minimalista de una de las canciones románticas por excelencia, Hymne à l’àmour de Edith Piaf. La música entra así a ser un punto clave del desarrollo del relato, como en toda la obra de Trueba. Si la interpretación del tema Cabalgar marcaba un momento de respiro en Los ilusos, algo así ocurre con las canciones de Miren Iza, líder del grupo Tulsa, aunque no todas sus intervenciones están conseguidas al mismo nivel. La intimidad de las actuaciones en directo, en las que el director se dedica a observar a los personajes, contrastan de forma muy brusca con la escena más surrealista, la de la canción dentro de la furgoneta, que entronca con el videoclip que realizó el propio Trueba para el himno de la película, Oda al amor efímero, el cual complementa y funciona como extensión o bonus track del filme. Los exiliados románticos no evidencia su carácter artificial y físico de forma tan radical como lo hacía Los ilusos, pero, como trabajo de nuevo realizado entre un pequeño círculo de amigos,  se sale constantemente de la ficción gracias a la espontaneidad de unos intérpretes que hacen de sí mismos.

Jonás Trueba ha firmado su película más fresca y desenfadada, un necesario paréntesis hedonista en la grisácea situación social actual. Como afirma el final de Oda al amor efímero, “Nada de esto será trascendental”. Aunque conservadora en algunos de sus planteamientos temáticos, Los exiliados románticos lleva a su máximo exponente el esfuerzo y la lucha de sus personajes por llevar a cabo unos sueños a los que aún no han renunciado. Siempre es de elogiar la libertad creativa de Trueba; la cual, en cierto sentido, le ha convertido a él también en un exiliado, un idealista alternativo, dentro del panorama cinematográfico español.

4 comentarios el “Los exiliados románticos (2015)

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Esta entrada fue publicada en 21 agosto, 2015 por en Cine español y etiquetada con , .
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