El cine de animación está teniendo una presencia importante en el 63º Festival de San Sebastián. Además de la entrañable The boy and the beast en Sección Oficial, y The magic mountain en Zabaltegi, hemos podido ver en Perlas la que es sin duda una de las grandes películas de esta edición: Anomalisa, de Charlie Kaufman y Duke Johnson, ganadora del Premio del Jurado en Venecia; un filme que engloba tantos sentimientos, y tan reales, manifestándose como claro conocedor de la psique humana (como suele ser habitual en el cine de Kaufman), que es imposible de abarcar en un solo visionado. Los directores acercan la animación al mayor realismo posible, aunque tomando algunas licencias, como el momento de la pesadilla, o que todas las personas que hablan con el protagonista (que Kaufman convierte de nuevo en un escritor en crisis) tengan la misma voz. Es aquí donde reside la clave de la película: en un personaje que quiere amar y ser feliz, pero está incapacitado para conseguirlo. Decepcionado con el mundo, para él todos son iguales. Un cuento contado casi a tiempo real, que recuerda en la cercanía y la veracidad de sus diálogos a los Antes de… de Richard Linklater. Una fábula plenamente adulta, y sobre todo, enormemente triste. Una joya.
En 1962, el director de cine francés François Truffaut se reunió con Alfred Hitchcock para entrevistarle de forma exhaustiva sobre su obra. De ahí surgió El cine según Hitchcock, uno de los mayores hitos literarios de estudio cinematográfico. Ahora Kent Jones, director del Festival de Nueva York y redactor en Film Comment, lo ha trasladado a la gran pantalla con el documental Hitchcock / Truffaut, dando las pautas de cómo que sería la mejor manera de abarcar esa obra literaria: viendo al mismo tiempo cada película que analiza el realizador británico. El filme se podría llamar simplemente Hitchcock a secas, como la película de ficción de 2012 de Sacha Gervasi; y es que, al margen de alguna comparación entre ambos autores, y una referencia a su relación posterior, Truffaut apenas tiene presencia en el documental.
El filme parte de la pregunta de por qué el cine Hitchcock envejece tan bien. A esta atemporalidad intentan dar respuesta un buen número de directores, desde ya también clásicos como Martin Scorsese, a actuales como David Fincher, Wes Anderson, James Gray, Arnaud Desplechin e incluso algún nombre asiático como Kiyoshi Kurosawa. Mientras, se intercalan escenas de películas del maestro del suspense, centrando la atención en las inevitables Psicosis (incidiendo en la escena de la ducha) y Vértigo. No estamos, por tanto, ante un documental para iniciados, y su destino podría ser más adecuado para estudiantes en institutos y universidades que para festivales. Un trabajo didáctico que aún así, supone un regalo para los amantes de del realizador, pero que, si se tiene un mínimo conocimiento, no nos va a descubrir nada nuevo, ni formal ni temáticamente.
Territorio asiático: Our little sister y Mountains may depart
El japonés Hirokazu Koreeda y el chino Jia Zhangke volvieron a coincidir en la Sección Oficial del pasado Cannes con sus últimos filmes, Our little sister y Mountains may depart respectivamente. Si comparamos la primera con el anterior trabajo de Koreeda, De tal padre, tal hijo (2013), en la que nos hablaba de la importancia de los lazos sentimentales que van más allá de la sangre y la genética, observamos que ahora, aún volviendo a incidir en el tema de la familia actual lejos del tradicionalismo, nos trae el caso contrario: cómo el parentesco puede unirnos desde el primer momento a alguien que no conocíamos. De este modo, tres hermanas ya adultas descubren la existencia de una cuarta adolescente, que no solo resulta ser más seria y madura que ellas, sino que las ayudará a descubrirse a sí mismas y a evolucionar. Our little sister es un relato entrañable, emotivo y muy real, que transcurre en una apacible calma durante sus más de dos horas, sin introducir conflictos más allá de la propia cotidianidad. De este modo, el director rescata fragmentos de vida y refleja el amor fraternal desde una sencillez más difícil de conseguir de lo que pueda parecer.
Por su parte, Jia Zhangke nos presentaba en Mountains may depart el melodrama en torno a una madre y un hijo que se desarrolla desde un pueblo minero en China hasta Australia, y en la que de nuevo realiza una fábula en torno a la situación del país, tanto a su pasado reciente y a su actualidad. Pero en vez de quedarse en ello, como hizo en su obra anterior, Un toque de violencia (2013), va más allá, y se atreve a especular con lo que pueda suceder en un futuro cercano. Así, la película empieza con un largo prólogo (de 45 minutos) situado en 1999, para continuar su historia en 2014 y acabarla en un 2025 en el que la globalización ha empezado a influir en las generaciones más jóvenes de forma en que éstas se sienten tan lejanas a sus raíces que ya no comparten ni siquiera el mismo idioma. Muy elocuentemente, la película se abre y se cierra con el uso de una canción de evidentes referencias comunistas como es Go West de Pet Shop Boys. La violencia, sí, vuelve a abrirse paso en el cine de Jia Zhangke, de una manera menos explícita, pero como un sistema gigante que domina a unos personajes incapaces de relacionarse emocionalmente, mientras observan impasibles cómo desaparecen los pilares que les sostienen.
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