La película del día

Críticas de cine y cobertura de festivales

El club (2015)

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Reseña de Miguel Delgado

En estas fechas empiezan a llegar las películas más importantes que han ganado o al menos participado en los grandes festivales cinematográficos del mundo. Esta semana se estrena la ganadora en Berlín de este año, Taxi, pero no es la única que nos llega de dicho certamen. También se estrena El club, que ganó el Gran Premio del Jurado. La película chilena también ha participado con éxito en Toronto y en San Sebastián, por lo que su director Pablo Larraín, que ya venía de ganar bastante repercusión con No (2012, incluso estuvo nominada a la mejor película de habla no inglesa en los Oscar), no puede tener ninguna queja. Es de esperar, eso sí, que El club no atraiga a demasiado público a las salas, pues nos encontramos ante una película difícil, que deja un poso desagradable al espectador, siendo esa la intención del realizador.

En una casa de un pueblo costero bastante alejado de cualquier centro urbano, una serie de sacerdotes se encuentran recluidos para realizar penitencia por pecados que cometieron en su pasado. La llegada de un nuevo cura a la casa pondrá en peligro el siniestro equilibrio que habían creado entre ellos en el lugar. La película trata los temas más peliagudos que se puedan imaginar relacionados con la Iglesia, y lo hace siempre de frente, exponiendo aspectos de lo más turbios en la cara del espectador. Estos hombres (y una mujer) que se encuentran en este inhóspito lugar están muy lejos de ser santos; es más, poco parecen arrepentirse de los hechos que les llevaron a estar donde están, buscan justificarlos de cualquier manera y no se preocuparán por su alma a la hora de mantener el orden.

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Por lo tanto, Larraín se dedica a exponer una maldad subyacente que nada tiene que ver con demoníacas entidades o mitología, sino con la complejidad humana, en hombres que precisamente se creen amados y protegidos por su Dios.  Esa falta de blancos y negros se deja ver en la imagen, desprovista de contraste, creando una sensación de neblina permanente, un ambiente frío y árido. La fotografía resulta imprescindible para enfocar la historia, así como la magnífica e inquietante banda sonora, casi siempre utilizada de manera acertada salvo en el clímax de la obra. Incluso esas canciones religiosas, típicas de misa, que cantan los protagonistas resultan en esa atmósfera amenazantes y lúgubres. Todo un acierto su uso.

Resulta muy estimable el trabajo del reparto, con unas actuaciones nada fáciles, en sintonía con todos los demás aspectos. Destacar el desagradable personaje de Sandokan (interpretado por Roberto Farías), en el que se personifican los efectos que pueden traer los actos atroces de los sacerdotes como los que vemos en pantalla. No es casualidad que la primera escena en la que aparece  sea la más impactante de la película, y probablemente la mejor de lo que llevamos de año cinematográfico en general.

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Aún con algún problema de exceso en su tramo final (pero que apenas tiene importancia ante todos los aspectos positivos que ofrece)  El club es muy potente, y con un nivel altísimo. Una película complejísima, que no duda en exponer temas muy duros, y que se encuentran presentes en el día a día, a pesar del tono irreal que envuelve a la cinta. El mal cuerpo con el que deja tarda en evadirse, y aún después rondará en la mente de quien se acerque a visionarla, lo que sin duda es una buena noticia.

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Esta entrada fue publicada en 7 octubre, 2015 por en Cine chileno y etiquetada con , .
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