Reseña de Miguel Delgado
Michael Bay es uno de los directores más odiados por casi todos los cinéfilos del planeta. Criticado hasta la saciedad por su estilo gratuito, epiléptico e incluso con cierto carácter machista y fascista, lo cierto es que también es uno de los realizadores que más éxito consiguen de cara a la taquilla en la actualidad, ya sea con la saga Transformers (de la que ya amenaza con una quinta entrega y todo un universo cinematográfico dedicados a ellos) o con los trabajos en los que participa como productor. Pero a lo largo de su carrera, también ha intentado levantar proyectos más serios más allá de sus descerebradas propuestas de acción. Ahora, entre descansos de las películas basadas en los juguetes de Hasbro, se atreve con un drama bélico, 13 horas: los soldados secretos de Bengasi.
La película cuenta la historia real de un equipo de élite formado por seis soldados, que tuvieron que aguantar un ataque a una base estadounidense en Bengasi (Libia), el 11 de septiembre de 2012. Nos encontramos pues ante otra propuesta basada en los conflictos armados en los que participan los estadounidenses en Oriente Medio, un subgénero que ha dado obras de lo más interesantes como las del dúo Kathryn Bigelow y Mark Boal; aunque también es cierto que es el caldo de cultivo de infames producciones patrióticas de nulo valor artístico que triunfan al otro lado del charco y tienen suerte si por estas tierras llegan al mercado doméstico. Obviamente 13 horas no es un telefilme, a pesar de haber costado “solo” 50 millones de dólares (muy poco considerando los presupuestos que suele manejar Bay), y su nivel de producción es alto. En estas películas, el escenario es una pieza clave y quien se deje embaucar por estos escenarios árabes ya tendrá un punto ganado.
En cuanto a la acción, quien esté familiarizado y conforme con el estilo del director también disfrutará de la propuesta. Y es que si algo bueno se puede decir de Michael Bay es que sabe aprovechar la espectacularidad. Pocas veces se ha visto algo tan impresionante en pantalla como la hora final de la divertida Transformers: El lado oscuro de la luna (2011). En 13 horas hay mucho frenetismo, pero también grandes momentos que harán las delicias de los fans de los combates puros y duros. En ese sentido, la película es totalmente hija de su padre. Sin embargo, con un tema como el aquí tratado, se pide algo más que ser una mera cinta de acción, y aquí es donde se le ven las deficiencias. Se puede decir que al realizador está historia se le queda grande.
Donde otros habrían podido realizar un producto serio, seco, realista y conciso, Michael Bay prefiere convertirlo en su juguete personal, en el que cada escena decente está aderezada con un chiste malo (y en la mayoría de los casos, anticlimático), cada momento que podría dar juego a múltiples lecturas sociopolíticas se recubre de patriotismo y banderitas de USA, y cada sentimiento queda subrayado hasta la extenuación es un afán de atrapar al espectador más facilón. En muchos casos, son apuntes al final de frases, momentos antes de terminar una escena, como si con un buen guión Bay hubiese añadido un montón de notas a pie de página propias de un adolescente hormonado y mononeuronal. Ese estilo marca de la casa funcionaba muy bien en Dolor y dinero (2013), debido a la necesidad de unos protagonistas estúpidos, pero aquí sobra claramente. Tal vez, con ese mismo material y simplemente con un montaje en el que no hubiera participado el cineasta, podríamos estar ante una película muy distinta.
Así, con esa falta de seriedad, lo momentos en los que se pretende una violenta impactante y cruda, quedan gratuitos y fuera de tono, a pesar de resultar interesantes como idea. Otras ideas a tener en cuenta son la paranoia causada en esa situación extrema, o el hecho de que los enemigos y la población libia en general también son seres humanos, aunque por desgracia no están explotadas lo suficiente. Es digno de mención, eso sí, la decente labor de sus dos protagonistas, John Krasinski y James Bagde Dale, que enuncian con soltura y convicción hasta las frases más bochornosas. Del resto del cumplidor reparto destaca ver las caras televisivas de David Costabile (Breaking Bad) y Pablo Schneider (Orange Is The New Black).
Así pues, 13 horas podría haber sido una grandísima película bélica, e incluso tal y como es, si uno hace un esfuerzo puede entrever entre sus fotogramas rasgos de una obra más que digna. Sin embargo, el resultado final es Michael Bay intentando ser serio pero sin intención de pulir su basta ideología cinematográfica, por lo que nos encontramos ante un film de acción puro y duro, sin segundas lecturas, con patriotismo, tópicos, y en general con un tufo algo pasado más propio de los años noventa. Y sí, termina con un plano de la bandera de Estados Unidos.
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