En ocasiones, coinciden en la cartelera películas con numerosos puntos en común, ya sea a nivel visual o temático. En este último aspecto, se estrenan al mismo tiempo en salas españolas dos ejemplos de la cara más destructiva de las relaciones de pareja: la argentina El incendio (2015), y la francesa Mi amor. En la cinta de Juan Schnitman, se nos muestra un día en la vida de Lucía y Marcelo, dos jóvenes instalados en la rutina y la indiferencia. Por su parte, Mi amor desarrolla a lo largo de 10 años la unión de Tony y Georgio, puramente física, pasional, lo cual les va conduciendo al abismo. En ambos filmes se producen estallidos, pero mientras que en El incendio se abordan desde la intimidad y la cotidianidad, los de la obra de la directora Maïwenn están conducidos por un exhibicionismo trágico, relacionado con el gran teatro de la vida.
Vincent Cassel y Emmanuelle Bercot en «Mi amor» / Juan Barberini y Pilar Gamboa en «El incendio»
Tony es una mujer que tiene un accidente esquiando. El proceso de rehabilitación posterior abarcará mucho más que su rodilla: postrada sin poder apenas moverse, se analizará interiormente, tras más de 10 años de una relación psicológicamente inestable con Georgio. Con un llamativo realismo, la realizadora nos muestra sus primeros momentos juntos, cuando sus excéntricas personalidades parecen encajar a la perfección. Sin embargo, a los pocos meses descubren unas diferencias irreconciliables, pero para entonces es demasiado tarde: Tony ya está embarazada. Comienza así un histriónico drama en torno a dos desconocidos que nunca dejarán de serlo.
Los personajes se engañan en su concepción de que sentir es estar vivo, y por tanto es mejor sufrir que no experimentar nada. Así, el amor se confunde primero con el deseo de seguir unas convenciones sociales propias de determinadas edades (como es formar una familia), después con la violencia (fundamentalmente verbal), y finalmente, con una imposible y obstinada resistencia frente a las adversidades. Emmanuelle Bercot, mejor actriz en Cannes (ex aqueo con Rooney Mara por Carol) y Vincent Cassel se entregan a una lucha perdida de antemano, que elimina cualquier tipo de racionalidad y de independencia.
Alejada de la sobriedad de otras cintas francesas que abordan el enfrentamiento de la cabeza y el corazón, como la también estrenada a principios de este año No es mi tipo (2014), Mi amor opta por dejar de lado cualquier situación anecdótica, dotando a todos los momentos de una trascendencia simplista que, si bien configuran un conjunto de un ritmo regular y ameno, también acaban por saturar. Consigue sin embargo no desbordarse por lo creíble de sus interpretaciones, pese que a partir de cierto punto dejan de divertir para solo irritar.
No se puede decir que la forma en que Maïwenn desmitifica el romanticismo sea menos aceptable que otras. Pero mientras que, volviendo a comparar con El incendio, nos encontrábamos en ella una herida abierta cuyo dolor es permanente, la constante tendencia al exceso de Mi amor, así como las decisiones cuestionables (aunque, ¿cuál no lo es?) de sus protagonistas, te expulsan directamente fuera del relato, impidiendo sentir un mínimo de emoción más allá del rotundo rechazo, y mucho menos empatía.
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