Reseña de Miguel Delgado
Por suerte para los aficionados a la animación japonesa, en poco menos de dos meses se han producido tres estrenos en pantalla grande. Si en Marzo nos llegaban las producciones de Ghibli El cuento de la princesa Kaguya (2013) y El recuerdo de Marnie (2014), ahora le toca el turno a la última película de Mamoru Hosoda, que empezó como animador en Dragon Ball Z, saltó a la dirección con algunos episodios de Digimon y One Piece y que en los últimos años se ha granjeado una merecida fama debido a trabajos como La chica que saltaba a través del tiempo (2006) o Wolf Children (2012). Con El niño y la bestia, Hosoda participó en los más importantes festivales cinematográficos el año pasado, aunque la recepción fue algo más tibia que en anteriores ocasiones.
La historia, guión original de Hosoda, habla de un niño, Ren, que tras perder a su madre, decide escaparse de casa, lo que ocasionará que acabe en un mundo mágico cuyos habitantes son bestias antropomórficas que viven en una especie de Japón feudal imaginario. Durante toda la primera parte de la película, atendemos a un relato habitual de la relación alumno-maestro, con ese particular oso Kumatetsu, que se encargará de Ren, y cuya divertida y holgazana personalidad ayuda a amenizar la cinta y a remarcar ese viaje a la madurez en el que ambos se embarcan. Destacan sus entrañables momentos de humor, que destilan una gran sensibildad por parte de Hosoda, aunque ya pueda verse que, en su imaginario fantástico de ambientes medievales y poderosos luchadores, no nos vamos a encontrar con el trabajo más personal del director.
Curiosamente, el terreno más irregular de la película aparece cuando el director se adentra en temáticas más cercanas a las mostradas anteriormente en su obra, cuando los dos mundos presentes en la cinta se entremezclan tratando así la incapacidad del individuo a encontrarse cómodo en su propio ambiente. La narración aparca momentáneamente la trama principal, lo que hace que la cinta pierda algo de interés, aunque finalmente consiga encauzarse a tiempo. No puede faltar, con sus matices y una importante sensibilidad, la grandilocuente destrucción y pelea final con criatura de enorme tamaño, tan habitual en este tipo de animación, entendible como una referencia cultural al miedo provocado por la explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki (si incluso Satoshi Kon no pudo resistirse, a su manera, en Paprika -2006-).
Por suerte, todo está resuelto con indudable belleza formal, con ese estilo ya habitual del director de diseñar a los personajes. La variedad y colorido en el mundo de las bestias resulta apreciable, siendo esta una película muy agradable de ver, y de escuchar, ya que la banda sonora compuesta por Takagi Masakatsu, que ya trabajó con Hosoda en Wolf Children es un trabajó hermoso que eleva el resultado final. Por supuesto, la acción es espectacular y está llevada de manera estupenda.
El niño y la bestia, más típica y menos autoral, es un divertido filme que podrán apreciar especialmente los fans del anime, pero que contiene sensibilidad y emoción suficientes para convencer a un público más amplio, a pesar de ser en su tramo intermedio algo desigual y poseer ese ritmo algo más alargado de lo que estamos acostumbrados, tan propio, por otra parte, de las producciones niponas.
Leer entrevista con Mamoru Hosoda