Reseña de Miguel Delgado
Hace un par de años llegó a nuestras pantallas Ninja Turtles (2014), la visión de Michael Bay como productor de los famosos personajes creados por Kevin Eastman y Peter Laird. La película fue recibida de manera muy negativa por la crítica, llegando a estar nominada a unos cuantos premios Razzies, pero fue un más que aceptable éxito de taquilla, lo que aseguro al menos una secuela más que se estrena este verano. El director Jonathan Liebesman se baja del carro para dejar sitio esta vez a Dave Green, aunque en una producción como ésta algo así es puramente anecdótico. El resto del equipo repite casi al completo, encabezado por la inefable figura de Bay.
La primera entrega estaba muy lejos de ser una gran película, abusaba del tópico sin ningún rubor, pero al menos resultaba una aventura palomitera entretenida, y las carismáticas tortugas daban una buena dosis de diversión al conjunto. Por desgracia, la secuela ante la que nos encontramos se encuentra unos cuantos niveles por debajo de su predecesora, en especial en lo que se refiere a una trama peor hilada, en la que los conflictos entre los personajes resultan descaradamente fuera de lugar, en especial esa confrontación entre los cuatro protagonistas del título, cuya única función es rellenar minutos sin que se hayan molestado en crear una buena construcción de lo que ocurre.
Se apuesta por aumentar aún más el humor infantil de la cinta, de tal modo que algunos personajes acaban convertidos en auténticas caricaturas cómicas, como el que interpreta Tyler Perry o los secuaces Bebop y Rocksteady (interpretados respectivamente por Gary Anthony Williams y la superestrella de la WWE Sheamus), absolutamente insoportables cada vez que abren la boca. Por otro lado, se nota la verdadera mano responsable de quien está detrás de la cinta, acercándola al estilo sci-fi tontorrón y machacón de la saga Transformers con sus artefactos mitológicos, sus agujeros negros y sus enemigos y construcciones robóticas. Tras cuatro películas sobre los muñecos de Hasbro (más la amenaza de una nueva para el año que viene), y dos de las Tortugas, ha quedado más que claro que el limitado estilo que imprime Bay a estas obras ya ha sido explotado sobremanera y tal vez deberían ocuparse de las sagas gente que pueda de verdad aportarle algo interesante.
Merece la pena, a coalición de este tema, hablar de la banda sonora de Steve Jablonsky, probablemente lo mejor de la cinta pero que no deja de sonar demasiado deudora de sus composiciones para Transformers. Y aunque aporta unas buenas dosis de épica y emoción, no supera la partitura que realizó para la primera entrega Brian Tyler, mucho más cercana a la aventura clásica y cuyo maravilloso leitmotiv principal resulta obviado de manera incomprensible en esta segunda entrega. Tampoco se puede decir que la película no sea moderadamente entretenida, y aún con un guión tan mal hilvanado las tortugas siguen resultando bastante simpáticas, sin olvidar algunos guiños divertidos.
Una continuación que no se encuentra a la altura en gran medida por un guion de lo más pobre, recogiendo tópicos de la saga de robots de Bay en casi todos los aspectos y del blockbuster general actual (no falta la ya de moda escena de acción en un avión, ¿cuántas van ya?). Una pena porque podría haber sido una película de entretenimiento realmente destacable de haber limado las asperezas de la primera parte y potenciado sus virtudes. Por desgracia, se ha optado por el otro camino, el del producto de realización rápida y descuidada y consumo olvidable.