Con dos obras más recientes ya completadas, Lady of the dinasty (2015) y la coproducción estadounidense La gran muralla (de la que recientemente hemos podido ver su tráiler en castellano), se estrena en nuestro país con dos años de retraso Regreso a casa de Zhang Yimou, en la que el director da protagonismo total a una de sus tramas narrativas habituales, la de la vuelta al hogar, casi siempre enmarcada y condicionada por determinados acontecimientos de la historia de China. En este caso, Yimou se sitúa al final de la Revolución Cultural de Mao Tse-Tung en 1976 (otro de sus temas recurrentes), cuando Lu Yanshi, un preso político que es liberado tras más de 10 años, corre a estar junto a su mujer, Feng Wanyu, y su hija, Dan Dan, con la que apenas tuvo contacto. Ambas son fieles al partido y a los principios comunistas, pero Feng Wanyu nunca ha dejado de amar a su esposo. Sin embargo, un fuerte traumatismo hace que sea incapaz de reconocerle con su aspecto actual.
Regreso a casa se podría entender como la “antipelícula” de reencuentros, ya que el espectador no verá en ella ese emocionante momento esperado de la reunión entre el matrimonio. Aquí, el protagonista ya ha llegado desde casi el principio, pero el clímax nunca se produce ante la vana espera de su mujer, lo que conduce a una frustración constante en cada nuevo intento de acercamiento. Yimou muestra las ruinas sociales que quedaron en China tras la muerte de Mao, que son especialmente evidentes en la presión posteriormente convertida en desilusión de los jóvenes (representados el personaje de la hija); pero sobre todo habla de las consecuencias psicológicas: Lu Yanshi es un hombre al que se ha intentado borrar de la vida sus familiares (incluso eliminando su rostro de las fotos) de tal manera que, paradójicamente, ha llegado a convertirse en un extraño para su esposa.
Conscientemente, apenas se nos cuenta nada del pasado de Lu Yanshi y Feng Wanyu, más allá de dejarnos intuir que eran estudiosos e intelectuales. Los personajes de Yimou tratan de existir solo en el presente, pero los tiempos pretéritos siempre les afectan. El director realiza en este filme un sutil ejercicio de memoria colectiva, en el que pone de manifiesto el retorno inevitable a los lugares, físicos o mentales, que nos han ido marcando. La estación de tren, donde suceden determinados acontecimientos que van a ser decisivos para la continuación del relato, se convierte así en un espacio recurrente, además de ser el único que rompe con un intimismo que se va introduciendo poco a poco, y que va reduciendo la acción entre cuatro paredes. De esta manera, la cinta mantiene como simple telón de fondo cualquier contexto histórico o social para transformarse en una tragedia romántica universal, la del amor imposible.
Dentro de la filmografía de Zhang Yimou, Regreso a casa parece un intento de volver a rescatar sus orígenes, con películas como ¡Vivir! (1994, aunque sin llegar a ser tan redonda como aquella); y lo hace incluso recuperando de nuevo a su antigua musa, Gong Li, que de nuevo ofrece una lección de tristeza y ausencia solo con su mirada. Se le puede achacar al director subrayar en ocasiones el dramatismo lacrimógeno, pero casi siempre logra mantenerse en el límite de lo sentimental. La conclusión de la película es abierta, porque no se puede poner final al drama de una pareja a la que nunca les va a ser posible recuperar una vida ya perdida de antemano.