Tras el batacazo crítico que supuso Murieron por encima de sus posibilidades (2014), esperpéntica comedia en torno a la realidad social y política española en la que atacaba sin piedad (y sin filtro de ningún tipo) a los más altos estamentos, Isaki Lacuesta ha recuperado tanto el prestigio como su vena intimista con La próxima piel, codirigida por su habitual guionista Isa Campo, que fue una de las triunfadoras del último Festival de Málaga, donde ganó 4 premios. Lacuesta, que no suele establecer fronteras en su cine entre el documental y la experimentación o incluso el vídeoarte, presenta en esta ocasión de nuevo un trabajo puro de ficción, con guion marcado, actores profesionales y una historia de caracter emocional sobre la pérdida y el encuentro, el amor y el odio, la maternidad o el (des)conocimiento de uno mismo.
En un pequeño pueblo de los Pirineos en la frontera de Francia y Cataluña, 8 años atrás desapareció un niño, Gabriel. Ahora, un trabajador social cree haberle encontrado en un centro de menores francés y le lleva de vuelta con su familia. El principal problema es que el joven sufre amnesia disociativa, por lo que es incapaz de confirmar su identidad, reconocer a su familiares o recordar eventos. Sin embargo, mientras trata de adaptarse a la nueva situación, el pasado se manifestará constantemente, unido a la presión y la desconfianza de la pequeña comunidad. Ante esto, Gabriel y su madre, sintiéndose extraños en ese lugar, establecerán un inevitable vínculo personal que les servirá como vía de escape. Lacuesta y Campo configuran un ambicioso melodrama en el que al mismo tiempo introducen elementos que nos sacan del mismo de manera muy eficaz, como pueden ser una dirección cruda (y a la vez extremedamente delicada), la árida fotografía de Diego Dussuel o el uso nada empático de la música de Gerard Gil.
Brilla en el reparto Àlex Monner, interpretando a un Gabriel que, como el protagonista de Game over (2015), documental también coescrito por Campo y dirigido por Alba Sotorra, busca su identidad obstaculizado por la falta de aspiraciones, el bloqueo de las situaciones pretéritas y la sobreprotección de su madre; una Emma Suárez que volverá a encontrarse en una tesitura parecida a la que vivía en Julieta hace unos meses, teniendo que lidiar con el dolor de la desaparición de un vástago, mientras un misterio amenaza con romper su frágil estabilidad; aunque en este caso el temprano reencuentro impulsará la posibilidad de una redención, algo que Pedro Almodóvar no se permitía en su cinta. Sin embargo, entre los traumas emocionales y la indagación en sí mismo de un adolescente perdido y sin confianza (ni la suya propia ni la de los demás), Lacuesta y Campo plantean situaciones accesorias, que más que complementar la resolución, la alargan y sobreexplican, como es el caso de la relación de Gabriel con sus amigos o sobre todo con su primo.
La próxima piel es un trabajo irregular porque no logra conseguir un equilibrio entre la arriesgada y naturalista puesta en escena de Lacuesta y Campo, y un relato nada original con un guion que por momento roza lo telenovelesco. Pretende plantear reflexiones y crear dudas, pero se deja llevar más por tramas paralelas y se queda en lo obvio y convencional. Sí, Lacuesta se acerca más a los gustos del público, pero ¿a qué precio?