Reseña de Luis Suñer
Bar Bahar, la cinta israelí galardonada con el Premio de la Juventud en el pasado Festival de San Sebastián, muestra en sus títulos de crédito finales una dedicatoria a la recientemente desaparecida directora y actriz Roni Elkabetz. Una mujer conocida por una trilogía cuya última entrega pudimos ver el año pasado en salas españolas titulada Gett: El divorcio de Viviane Amsalem (2014). Un estudio claustrofóbico sobre la situación legal y religiosa de la mujer en Israel y la subyugación que sufre por parte del patriarcado reinante en su país. Y es que Bar Bahar, producida por el hermano de ésta, Shlomi Elkabetz, no deja ofrecernos una idea similar a la mostrada en el título anteriormente mencionado, aunque mostrado desde tres perspectivas diferentes dando voz a las nuevas generaciones femeninas.
La cinta que firma Maysaloun Hamoud nos muestra ciertos retazos de la realidad vivida por las jóvenes palestinas con pasaporte israelí. Dos mujeres que han podido gozar de la libertad sexual en Tel Aviv alejadas del control familiar y una joven religiosa que pese a la terquedad de su prometido no duda en querer acudir a la ciudad a formarse profesionalmente con la intención de poder optar a un trabajo especializado en el futuro. Un género femenino pues consciente de su papel renovador de su sexo en la sociedad y que encontrará diversos obstáculos a la hora de querer ser las únicas dueñas de sus propias vidas. Y esa es la esencia de un filme reivindicativo que no se inmiscuye en los conflictos políticos sino meramente de género. Porque bien es cierto que el subtítulo español del filme, Entre dos mundos, nos puede hacer pensar en las desavenencias religiosas, políticas y bélicas entre Israel y Palestina. No obstante, pese a alguna mención a actitudes racistas, los dos mundos a los que alude el filme se originan de la liberalización de la mujer anteriormente mentada. Por un lado tenemos la emancipación femenina y por el otro dos yugos pesados como son el tradicionalismo conservador de las instituciones religiosas o familiares, y por el otro, y quizás el más preocupante, el meramente masculino. Porque el estudio del hombre conservador y moderno de la película nos deja entrever como ciertas actitudes ya no solo dependen del medio en el que se desenvuelven sino de su misma esencia como ser humano. Así pues, encontramos hombres de todo tipo, desde el que rechaza a su propia hija por ser como es, como el que la quiere por encima de todas las cosas. Se agradece en ese aspecto la ausencia de maniqueísmo y condena hacia un género completo, mostrando la diversa gama de matices y las distintas realidades que se suceden en las diferentes situaciones.
No obstante, pese a las buenas y necesarias intenciones del filme, hay ciertos elementos que entorpecen su visionado. Si bien no suponen un problema chirriante, el montaje de las tres historias se antoja algo desigualado, abarcando demasiado metraje en algunas de sus tramas, y abandonando otras que retoma demasiado adelante irradiando sensación de lentitud al relato. Tampoco ayuda el guion funcional escrito por la misma cineasta. No fluye de manera natural sino que trata de acortar la esencia de la buena idea que desea reflejar. Se puede apreciar como cada frase está premeditadamente utilizada para dar pie a la respuesta posterior. Su desarrollo se respira predecible, simplista y restándole riqueza a unos comportamientos sinceros que se disfrutarían más con algo más de sutileza y riqueza en su manera de expresarse.