The girl with all the gifts está basada en la novela de Mike Carey, la cual él mismo escribe para la gran pantalla, que parte de un interesante planteamiento: unos niños viven encerrados en una especie de prisión custodiada por militares que les tratan como engendros, aunque en el fondo parecen temerles. ¿Quiénes son y qué hacen ahí? Pronto descubriremos que tienen en su interior un gen zombie que se despierta cuando huelen piel humana al descubierto, y por ello deben tenerles controlados, mientras de puertas afuera se lucha por contener un apocalipsis. La clave de todo parece residir en Melanie, una niña especialmente inteligente que trata de mantener a raya sus impulsos caníbales.
El británico Colm McCarthy realiza una obra que apela más a la tensión que al terror o al misterio, desapareciendo este último en cuanto la historia se traslada del búnker al exterior. La película se convierte entonces en un videojuego en el que se suceden escenas de persecución y huida, que son un nivel más complicadas en cada ocasión. Visualmente el director también ofrece lo mismo de siempre, es decir ralentíes y camaras rápidas para marcar los movimientos de los infectados; más si tenemos en cuenta el reciente estreno de Train to Busan (2016), que adolecía de los mismos lugares comunes. Parecen importar más los efectismos que mantener una cierta coherencia con respecto al comportamiento que hay que adoptar ante los zombies, una normas plagadas de lagunas que ni el propio guion respeta. Tampoco acaban de estar explotadas las localizaciones, como las oportunidades que podría ofrecer una Londres postapocalíptica.
No ayuda tampoco la descripción tópica de personajes: la doctora malvada, la profesora buena, el soldado que parece villano pero tiene buen corazón, y meros caracteres sin personalidad que están ahí para ser aniquilados antes que los protagonistas. Todo ello parece destinado a potenciar un tono moralista en torno a la maldad humana, que puede ser peor que la de los supuestos monstruos. Por tanto, a pesar de los sentimientos que Melanie pueda albergar, se verá forzada a defender su propia naturaleza. Esta ambiguedad, apoyada por la interpretación de Sennia Nenua, que ganó el premio a la mejor actriz en Sitges, hacen de ella el único personaje rescatable. Nenua es todo un descubrimiento que hace frente de manera solvente a nombres como Glenn Close, Gemma Arterton o Paddy Considine.
En un subgénero tan manido como el que nos ocupa, los fans del mismo se agarran a cualquier destello de originalidad que se les ofrezca, pero The girl with all the gifts es un cuento pertubador que desaprovecha todas sus ideas en favor del entretenimiento y la acción, por lo que sus aspectos psicológicos como la posibilidad de que los zombis puedan tener emociones, autocontrol o descendencia, que cambiarían las tornas de la evolución tal y como se ha entendido hasta ahora, están planteados de una manera tan superficial y ridícula (la aparición de los pequeños zombies salvajes), que al final solo puede despertar risas.