Aunque ya no es un tema tan prioritario como el pasado año, es raro el festival en el que no está presente algún trabajo sobre la inmigración. La sesión del 19º Festival de Cine Alemán en la que se proyectaron el afectado cortometraje Speechless, de Robin Polak, sobre la incomunicación en los países europeos supuestamente más acogedores, y el largo Marija, fue un ejemplo de ello. La ópera prima de Michael Koch, a competición en el último Locarno, sobre una mujer ucraniana que malvive como puede en Alemania, nos da todo aquello que podemos esperar en este tipo de trabajos: compromiso social en su argumento, y realismo en su realización, caracterizada por la cámara en mano y los encuadres cerrados, obvias metáforas del ambiente opresivo en el que se mueve la protagonista. Pero realmente Marija aporta muy poco al género que trata, y acaba hastiando en su sucesión de adversidades, su descripción de trazo grueso de personajes y su planteamiento de un panorama que no deja espacio para el amor, aunque al final hay quizás una puerta abierta a la esperanza.
Cine interactivo: El veredicto
Pese a que la nuevas experiencias cinematofráficas cada vez están ganado más terreno, aún es difícil encontrar ejemplos dentro de una sala que hagan realmente partícipe al espectador. Uno de los platos fuertes de esta edición del Festival de Cine Alemán era una sesión especial en el que se rompía la cuarta pared y el público pasaba a formar parte decisiva de la película. Basada en la novela de Ferdinand von Schirach, adaptada más tarde para el teatro, Terror – El veredicto está dirigida por Lars Kraume, artífice de la premiada y estrenada en nuestro país el pasado año El caso Fritz Bauer (2015). La cinta trata de nuevo un tema fundamental en la actualidad, en este caso el del terrorismo y cómo actuamos frente a él. Un trabajo en principio pensado para la televisión, pero que finalmente ha acabado siendo la primera obra cinematográfico que convierte al espectador en jurado. Kraume vuelve a contar con la presencia de Burghart Klaussner como juez, mirando el actor directamente a cámara, y animándo al público a que sean ellos los que decidan el destino del protagonista tras haber asistido durante más de una hora a a ese proceso. En ese momento, se para la proyección para que el patio de butacas dicte sentencia de la manera más objetiva posible, y, una vez realizado esto, se visiona la conclusión que más votos haya recibido.
El veredicto no es un telefilm ni un pasatiempo divertido, sino una difícil decisión sobre una de las cuestiones morales más complejas e importantes: ¿Se pueden sacrificar unas pocas vidas, en favor de salvar muchas más? Su claustrofóbico espacio único, así como el expresivo empleo de los zooms por parte de Kraume, y las espléndidas interpretaciones (con algunos ya viejos conocidos de este año, como Lars Eidinger –Las flores de antaño-, Martina Gedeck –El éxtasis– y Florian David Fitz –El día más hermoso-, especialmente los dos últimos en estado de gracia, destacando el monumental momento del alegado de Gedeck), consiguen momentos apasionantes dentro de un filme muy analítico, tratando de ser un juicio lo más realista posible. En este sentido, sobraría quizás la parte en la que declara la mujer de uno de los fallecidos (encarnada por Jördis Triebel con su fuerza habitual), más pensada para aportar dramatismo ficcional (muy propio de Kraume, por otro lado) que para contribuir de alguna manera al proceso.
Por supuesto, la proyección no sería la misma sin la presencia de algún participante del proyecto, y en este caso fue Fitz de nuevo el que animó al debate, integrándose entre un público que se decantó por la inocencia (o mejor expresado, por la no culpabilidad), alegando que el protagonista es una cabeza de turco dentro de un sistema ineficaz y de una guerra en la que siempre hay víctimas colaterales. Sin embargo, fue una votación muy reñida, con «más culpables que en Alemania», según afirmó el propio Fitz, dando sin duda la decisión que toman los espectadores en cada país para un estudio sociológico. Debido a la paridad que se produjo, se decidió, de manera excepcional, proyectar los dos finales. En conclusión, El veredicto supone un experimiento muy estimulante que hace que su visionado se convierta en una constante reflexión, generando una duda razonable. Sin duda, uno de los momentos cumbre de toda la historia de este Festival.
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