Sean Baker es una de las figuras clave del cine independiente estadounidense del nuevo siglo, que continúa manteniendo su estilo y personalidad frente al avance imparable de una tendencia mucho más comercial dentro de ese ámbito, pese a que The Florida Project, su último trabajo, reconocible en sus formas, es el más contenido y menos extremo que encontramos en su filmografía. Sin embargo, Baker continúa su persecución de la trayectoria de personajes pintorescos en el extrarradio no solo de las localizaciones donde se desarrollan los relatos (que van desde Nueva York a Los Ángeles y ahora Orlando), sino también de la sociedad. La inestavilidad existencial que rodea a los mismos también se traduce en el nerviosismo de su cámara, y en una inmediatez que traspasa la pantalla.
Baker desmitifica lugares o situaciones tan universales como la Nochebuena en su anterior Tangerine (2015), o Disneyworld en el caso que nos ocupa. Si en su anterior película, las andanzas de dos transexuales durante el caluroso Diciembre en Los Ángeles contrastaba con con la imagen fría y familiar que se tiene de las fiestas navideñas, ahora el director nos sitúa ya plenamente en verano, la época de mayor descubrimiento para los niños, que durante las vacaciones ven pasar el tiempo entre el aburrimiento y la excitación. The Florida Project empieza y acaba de forma coherente con el alegre tema dance Celebration de Kool & The Gang, que se complementa con el ambiente mayormente soleado y los colores brillantes de las construcciones que rodean el día a día de Moone, una niña de seis años algo asalvajada, de su madre y de sus amigos. Como Carla Simón en Verano 1993 (2017), Baker opta por el naturalismo de unos actores que parecen hacer de sí mismos, especialmente los más pequeños, los cuales disfrutan igualmente pese a no poder acceder al parque temático más importante del mundo que tienen al lado.
Una de las mayores bazas del filme reside por tanto en las revelaciones de su reparto, destacando la pareja de madre e hija, interpretadas por la actriz de origen lituano Bria Vinaite y la pequeña Brooklynn Kimbely Prince, que además deja en evidencia el conflicto de esas jóvenes que si apenas pueden cuidar y mantenerse a sí mismas, menos van a conseguirlo con sus retoños. Entre tanto descubrimiento, se alza Willem Dafoe (nominado al Oscar por su interpretación) con un regalo de personaje en el que se mimetiza para orbitar alrededor de todos los seres que habitan el motel que él regenta, a los que las circunstancias hacen que sea muy difícil ayudarles.
The Florida Project no cumple casi ninguno de los requisitos comunmente asociados al llamado cine social, y sin embargo, consigue remover las emociones con respecto temas muy duros precisamente gracias a la falta de dramatismo y al refrescante realismo que aporta el punto de vista infantil, que nunca se deja arrastrar por el tremendismo, ni siquiera cuando esa mirada se traslada al mundo adulto. Y es que aunque Moone acabará por verse obligada a abrir por primera vez los ojos y descubrir el futuro que le espera una vez crezca, Baker aún ofrece una última oportunidad de seguir creyendo que los sueños pueden hacerse realidad.
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