La veterana directora británica Sally Potter presentó su último trabajo, The Party, a competición en la pasada Berlinale, que ahora se estrena en cines. Un ejercicio de esencia teatral (un único lugar de desarrollo y un puñado de personajes que entran y salen del mismo creando desencuentros), pero con aspectos muy cinematográficos: el elegante blanco y negro y los radicales primeros planos y movimientos de cámara enmarcan la reunión a tiempo real de un grupo de amigos en una casa para celebrar el recién estrenado cargo de ministra de una de ellos, en la que el ambiente es de todo menos festivo. Más bien se trata de una reinterpretación de un juego de misterio como el Cluedo con siete caracteres, varias estancias, un arma y el misterio de por y contra quién será utilizada.
Potter adopta los habituales conflictos dramáticos de la comedia de enredos (infidelidad, engaños, emociones desvocadas o prejuicios), para aplicarlos al trasfondo trágico del que forman parte unos intelectuales y políticos liberales y supuestamente tolerantes y abiertos, cuya relación no parece ser la más cercana y fraternal, sino basada en lanzarse pullas constantes enmascaradas de buena educación, para no tener que enfentrarse a la verdad. Sin embargo, cuando ésta salga a la luz, se desatarán las pasiones y saldrán a relucir la violencia (verbal y física) y los más bajos instintos, incluso asesinos. La película pone de manifiesto así su búsqueda de la catársis del espectador, que se ríe de las miserias y la hipocresía de estos personajes tan poco empáticos.
Pese (o debido a) su corta duración (lo cual, por otro lado, supone una ventaja), la cinta adolece en algún tramo de un ritmo más estancado, alargando situaciones que obligan a acelerar las demás y a no profundizar en las numerosas cuestiones que se abren, saturando al público de una información sobre la que no se le va a permitir reflexionar. A ello se suma un reparto de lujo tan exaltado que no acaba de quedar claro si está entregado o histriónico, especialmente en el caso de un desaprovechado Cillian Murphy, que solo despunta al final. Destacan por su parte la pareja formada por una snob Patricia Clarkson, y sobre todo un idealista Bruno Ganz, que a pesar de los despectivos desplantes de su mujer, es el personaje que se mantiene más firme en sus convicciones, quizás precisamente por ser las menos concluyentes.
Quizás en el contexto de un festival, The Party puede resultar más estimulante, pero lo cierto es que la narración y desarrollo de la historia no aportan nada nuevo a un género con una directrices tan reconocibles. Y es precisamente por ello que las conversaciones y los giros de guion no sorprenden y resultan impostados para llegar a una conclusión bastante inesperada. Aún así, el conjunto no deja de ser entretenido (ya hemos dicho que su duración era en parte una virtud), y sobre todo, loable en su sentido estético, lo cual no hace sin embargo que destaque por encima de la media ni aporta elementos para manternerse en la memoria colectiva.
Pingback: En tiempos de luz menguante (In Zeiten des abnehmenden Lichts, 2017) | La película del día