Reseña de Miguel Delgado
Siempre resulta reseñable que un director con 80 años siga llevando un ritmo de producción igual o mayor que cualquier realizador joven actual. Pero lo cierto es que desde que comenzó la segunda década del siglo XXI, Ridley Scott no termina de levantar cabeza, empalmando producciones deficientes, con la excepción de la simplemente simpática Marte -The Martian- (2015). El año pasado, tras terminar destrozar la saga Alien que él mismo empezó con Alien: Covenant, tenía otra producción entre manos sin duda más interesante a priori, recreando el secuestro en los años 70 del nieto del magnate J. Paul Getty, que se negó a pagar su rescate. Aunque al final todo haya quedado ensombrecido por la polémica en torno a la sustitución de Kevin Spacey, que se había encargado de encarnar al propio Getty, por las numerosas acusaciones de acoso sexual, por Christopher Plummer cuando apenas quedaba un mes para el estreno de la cinta. Scott consiguió regrabar todas las tomas en diez días y volver a editar el filme sin que la fecha de estreno fuera alterada. Toda una hazaña llevada a cabo a base de millones de dólares y que increíblemente ha conducido a Plummer a ser nominado al Globo de oro y al Oscar. Pero quitando estos problemas de producción, ¿habrá conseguido Scott recuperar el buen pulso de antaño?
Lo primero que podemos decir de Todo el dinero del mundo es que es una película que alcanza grandes cotar de angustia, por momentos desagradable. Pero esto es sin duda una gran noticia, porque es justo lo que debería ser. Como hemos dicho, la historia está basada en un caso real que fue seguido en todo el mundo hace más de 40 años, y Scott no se limita solamente a exponerlo en pantalla. El director se vale de dicho argumento para hablar de la riqueza y el poder de una manera nada complaciente, y de cómo inundan todos los aspectos de la gente que posee dichos elementos y de los que les rodean (impagable la representación de la jauría periodística). Con esto se construye un thriller tenso que no deja respiro al espectador en sus más de dos horas de duración. Eso sí, nos encontramos con un guion que toma muchas licencias con los hechos acaecidos en la realidad; por lo tanto, no busca ser un documental fiel, sino más bien una recreación temática de lo ocurrido.
Técnicamente el trabajo es encomiable, empezando por la fotografía de Dariusz Wolski, un trabajo absolutamente maestro en su uso expresionista de la luz casi como si de un personaje más se tratara, pasando a la grandilocuente y tensa banda sonora de Daniel Pemberton que se adapta a la perfección a la opulencia que retrata, y en general una recreación perfecta de los años 70, que unido a una ávida dirección visual despoja de romanticismo tanto la mansión de Getty como la Roma de la época. El reparto también se encuentra en un estupendo estado. Podemos pasar a hablar directamente de Plummer, con un trabajo contundente y poderoso en su representación de Getty, del que nunca perdemos la perspectiva humana, todo un logro para un papel para el que apenas tuvo tiempo de ensayar. Seguramente un actor de la talla de Spacey habría hecho un gran trabajo también, aunque parece bastante obvio que se ha salido ganando con el cambio, aunque solo haya sido para ahorrarnos ver kilos de maquillaje envejecido. Pero que la figura del octogenario actor no empañe la labor de otros miembros del reparto, como esa protagonista interpretada por Michelle Williams, que camina en la fina línea que separa la fuerza con la exageración, y lo hace con un paso tan firme que resulta de lo más fascinante. Su simple mirada define a la perfección todo el personaje. A su lado Mark Wahlberg resulta correcto y creíble en un papel menos intenso y más adecuado a sus aptitudes artísticas.
Pero Todo el dinero del mundo no es una película perfecta; y es que, al final, Scott no pueda reprimir meter cierta moralina bastante forzada, así como momentos poco creíbles, materializados en una persecución final con héroes y villanos demasiado fuera de lugar. Es una pena porque por lo demás es sin duda el trabajo más lúcido del director en una década, una obra que sirve como tesis de un mundo alejado del de la mayoría de las personas, y retratado de una manera implacable, con una realización fantástica y que nos recuerda por qué Scott se ganó la posición que tiene en la industria aún hoy en día. Simplemente esperamos que no haya sido algo pasajero o un canto de cisne y que aún nos pueda dar más cintas interesantes como ésta.