Reseña de Miguel Delgado
Richard Linklater es uno de los cineastas más eclécticos y prestigiosos en el cine independiente actual, capaz de combinar propuestas más comunes con curiosos experimentos. En plena temporada de premios se estrena uno de esos trabajos sin peculiaridades que sin embargo tiene una curiosa historia detrás: La última bandera se basa en la novela de Darryl Ponicsan de 2005, secuela de otra obra anterior del mismo autor, El último deber, que a su vez fue adaptada por Hal Ashby en una película homónima de 1973 protagonizada por Jack Nicholson. Así, el último trabajo de Linklater es una secuela de aquella, si no de manera oficial, sí espiritual.
Situada en 2003, cuenta la historia de un antiguo veterano de Vietnam que pide ayuda a dos excompañeros del ejército para afrontar el entierro de su hijo que acaba de fallecer en Vietnam. La película toma la forma de una road movie de carácter tragicómico en la que el director deja todo la importancia narrativa a sus tres protagonistas, unos pesos pesados como son Steve Carell, Bryan Cranston y Laurence Fishburne. Las diferentes personalidades de cada uno, tan contrastadas, acaban siendo el motor de un trabajo entrañable, duro y divertido, nada novedoso pero sí muy funcional.
En ese contexto, tal vez lo más interesante sean los interrogantes que plantea la obra sobre temas tan controvertidos como la guerra o la religión. No es esta una cinta que emprenda erigirse como categórica, ni da respuestas contundentes, y aunque eso pueda provocar que se acuse a Linklater de no querer ofender a nadie, sí que propone no pocas cuestiones a base de los choques entre los protagonistas, sobre todo en las discusiones entre unos Cranston y Fishburne enormes, y que al final resultan lo más destacable en un filme de corrección general y con un guion afilado y entretenido.
Alejado de virguerías visuales, técnicas o rodajes novedosos, La última bandera conseguirá llegar al corazón de unos espectadores que pasarán naturalmente del drama a la diversión con la película, si bien no resulta rompedora en un ningún aspecto más allá de su tratamiento ambiguo en temas peliagudos. Tal vez por eso haya sido bien recibida por la crítica USA y no se haya colado en los premios, aunque sus intérpretes podrían hacer tenido un mayor reconocimiento.