En las nominaciones al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, suele colarse algunas sorpresa entre las candidatas al premio. Este año fue el caso de la libanesa El insulto, que se impuso a algunas favoritas como En la sombra (2017) o La herida (2017). El director Ziad Doueiri, conocido por su ópera prima autobiográfica West Beirut (1998) o Lila dice (2004), recrea en su último trabajo la disputa en Beirut entre Tony, un libanés de religión cristiana a punto de ser padre, y Yasser, un palestino ilegal y jefe de una obra. Ante la provocaciones del primero, el segundo le insulta verbalmente, y posteriormente le agrede físicamente. De modo que Tony exigirá una compensación moral a través de la justicia, ajeno aparentemente a que su actitud es la que les ha llevado a todos a esa situación. Un enfrentamiento individual que, a través de la manipulación mediática, se vuelve colectivo y político, dejando en evidencia la división de un país lleno de heridas abiertas, en el que la reconciliación de todas las partes que lo componen parece imposible… ¿o no lo es?
Este enfoque podría recordar al planteamiento de la muy superior Nader y Simin. Una separación (2011), en la que Ahsgar Farhadi transformaba un divorcio y una pelea en un panorama general de los problemas internos de Irán. Sin embargo, los humanos protagonistas de aquella, en El insulto se quedan en personajes estereotipados para encarnan los conceptos que quiere transmitir el director. Es especialmente evidente en el caso del Tony que interpreta Adel Karam de forma muy exagerada, con el que es casi imposible empatizar, por mucho que al final se quiera justificar su comportamiento. Algo mejor parado sale Kamel El Basha, ganador del premio al mejor actor en Venecia, como Yasser, a quien, pese a sus impulsos violentos, siempre se le posiciona en un nivel ético superior.
El filme toma tópicos del thriller y el drama judicial (incluyendo las estereotipadas figuras de los abogados), incidiendo en los ficcional de la propuesta, algo que ya se aclara nada más comenzar, antes de los créditos iniciales. Conviene así no confundir la aspereza de su tosquedad con la crudeza de un análisis elaborado: la película intenta impactar a través de frases impostadas y crear debate en torno a lo relativo del uso de la violencia cuando uno se ve en una situación extrema. Aunque finalmente, Doueiri ofrece, a través de sus actores, una mirada complaciente ante tanto odio aun latende tras la Guerra Civil de 15 años acabada en 1990.
En su afán de querer contentar y dejar en buen lugar a todas las partes implicadas en el conflicto, El insulto hace que un tema duro se convierta en una fábula tan conciliadora como utópica. Además de que, a nivel cinematográfico, abusa de un efectismo recalcado por algunos detalles de la narración (como esas ráfagas de flashbacks) y una banda sonora omnipresente y cargante con aires de western, para enmarcar este duelo clásico que se acaba desinflando hasta dejar indiferente.