Yves Zand es un director que prepara el rodaje de un biopic sobre la famosa cantante francesa de los años 60-70 Barbara, de la cual parece estar enamorado hasta el punto de tratar de resucitarla a través de su cámara. Para ello contará con la entregada labor de su actriz protagonista, Brigitte, que al mismo tiempo que se integra en el proyecto, deja en evidencia su temor por la obsesión de Yves. La antigua pareja formada por los intérpretes Mathieu Amalric y Jeanne Balibar es la artífice de Barbara, situándose él delante y detrás de las cámaras, mientras que ella ejerce de cuerpo y alma de un proyecto tan postmoderno como es una deconstrucción del biopic pocas veces vista (viene a la memoria la mucho más extrema I’m not there -2007- de Todd Haynes), a través de una configuración no lineal y el uso del metalenguaje autorreferencial extremo.
Efectivamente, Amalric deja al descubierto en esta película los mecanismos de la ficción y su proceso de elaboración, al mismo tiempo que realiza un estudio del trabajo del director, que a través de su obra creativa expresa sus miedos, soledades, ect… poniendo siempre algo de sí mismo en cada una de sus producciones para provocar una catársis, que en este caso parece que no llegará. Pero sobre todo, el realizador incide en la labor del actor, y en cómo éste se vacía para contener así a su personaje. La Brigitte de Jeanne Balibar no es otra cosa que un reflejo de sí misma, preparándose para las actuaciones como ya la habíamos visto en el documental que le dedicó Pedro Costa, Ne change rien (2009), siendo la cinta de Amalric casi una ramificación de aquella. Pero en este caso, le da a Balibar la oportunidad no solo de demostrar su profesionalidad y sus capacidades musicales, sino también interpretativas, ganando el último premio César por mimetizarse en Barbara, en su voz y sus expresiones, aunque al mismo tiempo aportando su propia personalidad.
Contada a distintos niveles narrativos, Barbara es un ejemplo de mise en abyme con un filme dentro de otro (basándonse a su vez este último en un libro), en el que al comienzo apenas distinguimos cual de los dos estamos viendo; e incluso, para descolocar más, Amalric introduce videos reales de actuaciones de la propia Barbara, además de imagenes de su intervención en algunos trabajos cinematográficos como Franz (1971), dirigido y co-protagonizado por su amigo Jacques Brel. Solamente a partir de una larga secuencia (con una fotografía más granulada para darle apariencia de imagen de archivo de la época), comienza a quedar más clara la división entre ambas partes. Y es precisamente cuando el biopic se nos muestra de forma más obvia, cuando la película se torna menos atrayente.
A pesar de ello, el conjunto hace siempre gala de una incuestionable delicadeza sensorial, conseguida especialmente a través de los momentos musicales, con canciones como Du bout des lèvres o Amours incestueuses, en los que las interpretaciones de Balibar parecen más propias del género musical en su vertiente más depurada que de una biografía laudatoria. Cuando en el número cumbre de la cinta, el de Je ne sais pas dire (emocionante por su desnudez formal), Balibar mira a la cámara y canta «Je t’aime», no sabemos si se lo dice a Yves o al propio Amalric. Y es que en el fondo, nos encontramos en Barbara ante una caleidoscópica y decadente historia de amor, entre Yves y Barbara (¿y quizás Brigitte?), la que hubo entre Amalric y Balibar, y la del cine como instrumento para recrear y experimentar nuestros deseos.
Barbara requiere e implica un esfuerzo por parte del espectador, que asiste durante el complejo metraje a un ejercicio tan desconcertante como estimulante en el que no llegará a conocer al 100% a ninguno de los personajes (ni siquiera a la propia artista que retrata), pero cuya impresión final será la de haber comprendido el fresco general gracias a una sensibilidad inusitada. Así mismo, apela también al papel en la narración (si es que podemos decir que hay una) y a la inteligencia de esa audiencia a la que no hay que dárselo todo ordenado y completo, sino despertar su curiosidad y su interés por buscar la información omitida y terminar por su cuenta de encajar todas las piezas de este imprescindible puzzle.