Un sol interior (Un beau soleil intérieur, 2017)
Frente al supuesto estatus liberal y sofisticado que se le podría suponer a una artista de relativo éxito que reside en París, Isabelle busca una relación más tradicional y largo plazo. Divorciada y con una hija, presenciamos su sucesión de encuentros sexuales (que nunca amorosos ni románticos), a cada cual más frustrante, debido a la propia naturaleza mezquina de los sujetos con los que se relaciona, pero también por su incapacidad de superar una separación y su dependencia de un hombre para ser feliz. Un sol interior lleva al límite el patetismo de esta sufridora nata y necesitada; tanto que en un principio extraña que detrás de ello esté la mano de una mujer, la de la veterana Claire Denis. Aunque probablemente sea precisamente ella, desde un punto de vista femenino, la que pueda mostrarse tan crítica como al mismo tiempo empática con esta actitud sumisa y melancólica.
Inicialmente inspirada en Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes, Un sol interior es una tragicomedia, y aparentemente la obra más ligera de la filmografía de Denis, ya que no se adentra en cuestiones políticas y se aleja de lo evidentemente provocativo o violento. Pero su interés por el mundo contemporáneo se sigue apreciando algo tan atemporal como cien por cine actual como es el miedo, provocado por un concepto idealizado del amor, a llegar a una edad en la que el romanticismo haya sido superado. Isabelle representa esa necesidad de algo imposible, la seguridad de un futuro sin soledad (para lo cual recurre incluso a un vidente interpretado por Gerard Depardieu, en una secuencia entre paródica y absurda), que, por desgracia, nadie puede garantizarnos. También reconocemos a Denis en su manera de abordar los roles de género, en la que nadie sale bien parado: si ya hemos subrayado las inseguridades emocionales de la protagonista, quizás éstas también sean consecuencia del caracter dominante y absorvente de los hombres, cuya falta de fidelidad a sus propias esposas más tarde se manifiesta en cobardía y pasividad a la hora de encarar sus idilios con Isabelle.
Estas cuestiones, unidas a la sucesión de secuencias dialogadas que configuran el filme, nos pueden recordar a un Hong Sangsoo pasado por el filtro de la elegancia francesa, aunque la puesta en escena de Denis es igualmente sobria y depurada. El protagonismo de una figura femenina entronca incluso directamente con el director coreano en un filme de tono tan similar como En la playa sola de noche (2017): la actriz incapaz de encontrar una solución interna a sus problemas y que se vanagloria de sus pasionales sentimientos, a la que daba vida en aquella Kim Minhee, aquí se convierte en pintora interpretada por una Juliette Binoche tan desesperante como entrañable. Con sus escotes imposibles y su minifalda perpetua, el personaje expresa en voz alta lo que muchas mujeres piensan pero no se atreven a decir, y lo hace sin vergüenza y con un objetivo muy claro.
No hay una lección detrás de Un sol interior, ni ninguna conclusión bienintencionada. Isabelle pasa por esta etapa de supuesta transición (ya que no sabemos si acabará o durará para siempre), en la que no va a aprender que sola se puede estar igual o mejor. Más bien, lo que parece querer expresar Denis es el inconformismo (quizás insuperable) de algunas personas que no son capaces de aceptar su situación en cada momento de sus vidas, destinadas a vagar presas de su infelicidad, y vulnerables a todo aquel que quiera aprovecharse de ellas.
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