Si hace poco hablábamos de cómo el francés Xavier Legrand había configurado su estupendo primer largometraje, Custodia compartida (2017), como una continuación de su corto Antes de perderlo todo (2013), ahora vemos lo propio en la también ópera prima del madrileño Adrián Orr, Niñato. La película, más que continuar, prolonga su tercer cortometraje, Buenos días resistencia (2013, curiosamente del mismo año que el de Legrand), decisión arriesgada debido a lo anecdótico de su premisa (la odisea de un padre joven para despertar a sus tres hijos pequeños y llevarlos al colegio), y también, al éxito generado entonces. ¿Seguirá la gente interesada en ver cómo continúa la historia de esta familia y en sus problemas domésticos? Orr se centra ahora en la figura de David, alias el Niñato, conocido suyo del barrio y progenitor cariñoso y dedicado, pero que al mismo tiempo es un adolescente perpetuo, músico de hip-hop y consumidor habitual de porros. A lo largo de más de cuatro años, vamos a ver como se desarrolla la relación con sus hijos, especialmente el pequeño, Oro, y con todos aquellos con los que se relaciona en un día a día, introduciendo el director elementos de ficción dentro de lo que es un relato real.
El proceso de producción interna del documental es como el de cualquier otro género, y por tanto su autenticidad es limitada, quedando reducida a los aspectos más naturalistas, como en este caso, los momentos de intimidad como los de de los niños haciendo los deberes. Sin embargo ya la propia elección de esos instantes, así como el cuidado de Orr en la colocación de la cámara (a la que todos, incluidos los niños, parecen estar tan acostumbrados a lo largo de los años de rodaje que ya da la sensación de que no está ahí) y de la fotografía, así como una historia que, al mismo tiempo que expone su cotidianidad, muestra un desarrollo narrativo (manipulado también por el montaje), desvelan Niñato como un trabajo más elaborado que espontáneo.
La dilatación del corto trae consigo también la aparición de nuevos personajes, como la abuela, que vive en el piso de al lado, o la hermana y la novia de David. La sensación general con ello es que, pese a la ausencia de un pilar tan fundamental como es la figura materna, no nos encontramos ante una familia tan desestructurada como cabría esperar, sino que se trata de un clan unido, en el que todos se ayudan entre ellos, asestando un golpe letal a la institución tradicional. Más forzada está la introducción de la cuestión del desencanto generacional, reflejada en el avance de la vida de todos los que rodean a David menos la suya, incluida la de sus hijos, a los que vemos crecer ante nuestros ojos a la admirable manera de un Boyhood (2014) reducido.
Y es que se podría entender Niñato como una nueva obra que habla sobre la crisis y los jóvenes sin perspectivas ni futuro; sin embargo, en la cinta nunca vemos a David buscar un trabajo, ni vamos a descubrir si sabe hacer algo además de cantar y componer hip-hop, es decir, su sueño, al que dedica todo el tiempo que le dejan sus seres queridos. Decisión ésta respetable o no, eso le corresponderá decidirlo al espectador. Pero desde luego la vida del protagonista es, dentro de sus circunstancias, la que él ha elegido, y solo al final veremos un atisbo de duda con respecto a este camino con difícil vuelta atrás.
Pingback: Madre (2019) | La película del día