La vida en la República Federal y Democrática en Alemania, especialmente en la época que rondaba la inminente caída del Muro de Berlín, y las consecuencias tras la misma, son un tema cinematográfico de interés recurrente en las salas de nuestro país, probablemente gracias al éxito a principios de siglo de trabajos como Goodbye Lenin! (2003) y La vida de los otros (2006). Siguiendo más el tono grisáceo y sombrío de esta última, aunque desde un punto de vista bastante diferente al que estamos acostumbrados, se estrena ahora En tiempos de luz menguante, que recibió una mención especial por parte del jurado de la crítica en el último Barcelona Film Fest. Basada en la novela homónima de Eugen Ruge, la película se sitúa en la Alemania del Este en el otoño de 1989, alrededor de la fiesta de cumpleaños de Wilhelm Powileit, nonagenario miembro honorario del Partido Comunista, al que ha pertenecido toda su vida (hasta el punto de tener que exiliarse a México durante el nazismo). El director Matti Geschonneck, proveniente de la televisión, nos narra los sentimientos ante los últimos coletazos de la RDA por parte tanto de familiares como de amigos de Powileit; la celebración a la que asisten se convertirá así en un intento desesperado de reunión y recuperación de ese espíritu colectivo ya casi perdido… Sin embargo, nada podrá volver a ser lo mismo.
El guionista Wolfgang Kohlhaase, que ya había abordado este mismo convulso período desde el punto de vista del Oeste en El silencio tras el disparo (2000) de Volker Schlöndorff, y desde la propia RDA en Mientras soñábamos (2015) de Andreas Dresen, construye una metáfora total de la situación del país en el momento, con personajes que simbolizan conceptos. En el caso de Bruno Ganz, encarna en sí mismo al decrépito Partido Comunista, dormido, distraído, y arrogante pese a no tener ya casi nada de lo que vanagloriarse. Ganz, al que hace unos meses vimos también en nuestras pantallas en otra reunión accidentada narrada en una sola jornada y en un único espacio en The Party (2017, cuyo tono de comedia ácida no tiene sin embargo nada que ver con la cinta que nos ocupa), vuelve a un personaje de firmes convicciones en una época en la que no tienen sentido. Tanto él como el resto de complejos y ásperos caracteres se atan al pasado, casi todos recurriendo a historias de su vida anterior, como queriendo escapar de los tiempos inciertos que les esperan y que ya han comenzado.
En un tono nada condescendiente, el presente se aborda desde una absoluta falta de elegancia, sino más bien con la decadencia propia de la situación, que se manifiesta también a través de la luz, la cual, como se anuncia desde el mismo título, es otro elemento fundamental en el filme. El director de fotografía Hannes Hubach (cuyo trabajo más conocido hasta la fecha sería Kebab Connection -2004-, para luego centrarse, como Geschonneck, en el mundo de la televisión), realiza todo el espectro lumínico de una jornada completa, de la mañana a la noche, de modo que la claridad se va desvaneciendo al tiempo que lo hacen las certezas y los anhelos de los protagonistas.
Con En tiempos de luz menguante nos encontramos ante un filme excepcional, ya que desde su sequedad y crudeza no recurre al ensalzamiento del Oeste, ni mucho menos a la ostalgie (la añoranza de aspectos de la vida en la Republica Democrática, que desaparecieron tras la reunificación), sino que se apoya en la objetividad y la universalidad para mostrar la caída de un sistema a través de una representación de los miembros que formaban parte del mismo.
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