La película del día

Críticas de cine y cobertura de festivales

Maya (2018)

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Tras el premio del Oso de Plata en Berlín por El porvenir (2016), resulta llamativo que Maya, el último trabajo de Mia Hansen-Løve, una de las directoras francesas (y europeas en general) mejor consideradas en los circuitos cinéfilos, haya pasado considerablemente desapercibido en su paso por Toronto, Londres o Sevilla, a pesar de guardar mucha relación con su obra anterior: a través de los caminos trazados por Gabriel, un reportero de guerra que, tras ser secuestrado en Siria, es rescatado y devuelto a Francia, donde permanecerá poco tiempo hasta marcharse a India, país donde se crió, la realizadora aborda temas ya clásicos en su filmografía como el pasado y el transcurso del tiempo, y lo hace con su estilo elegante y nada efectista.

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Maya se divide en dos partes muy diferenciadas, pero que no funcionan de la misma manera: una primera y mucho más breve en una París gris y menos lustrosa de lo que estamos acostumbrados, consecuente con la visión de ciudad de paso que tiene de ella Gabriel, no solo tras su traumática experiencia, sino mucho antes, algo que inestabilizaba todas las relaciones que establecía. Es interesante este segmento más aséptico del filme en el que queda establecido, con momento como la objetiva conversación con el psicólogo, que la directora no nos habla de una historia de autosuperación, o al menos no a través de los cánones habituales. Mediante una sugestiva elipsis, Hansen-Løve nos traslada a India, donde el protagonista busca recuperarse, y lugar de residencia de su madre (el encuentro entre ambos puede ser el momento más emotivo de la cinta, sin tampoco hacer grandes alardes afectivos), centrándose en su estancia en la zona de Goa. La mirada extranjera de Gabriel muta en la propia mirada de la directora, no sin cierto tono de exotismo europeísta, en el que la curiosidad a veces se transforma en recorrido turístico.

La dualidad espacial también se ve reflejada en una pareja de protagonistas bien parecidos y de clase pudiente, y correctamente encarnados por Roman Kolinka, actor fetiche de la directora, habiéndole dado ella misma sus primeros papeles importantes en cine, y la debutante Aarshi Banerjee, que da vida a la Maya del título, una joven que se debate entre su deseo de permanecer en su país de origen, y la imposición de su familia de estudiar en el extranjero. Queda claro que, pese a su localización, tampoco nos encontramos ante un ejemplo de cine social, sino un relato individual de personajes que buscan su lugar, y precisamente por ellos surge entre ambos una conexión empática, la cual sin embargo cuesta más de transmitir al espectador. La historia romántica no acaba de encajar en la evolución (o falta de la misma) de un protagonista al que todas las circunstancias intermedias no hacen más que llevarle al mismo punto donde empezó.

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Posiblemente en otras manos, el sentimentalismo en Maya llegaría a desbordarse, pero Hansen-Løve, como es habitual, sabe mantenerlo a raya. La película se mantiene tan fiel a la sencillez y la contención como Gabriel a sus ideas, las cuales, a través de las notas del Distant Sky de Nick Cave, le llevan a confirmar su auténtico amor, que no es una mujer, sino su vocación.

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Esta entrada fue publicada en 15 marzo, 2019 por en Cine francés y etiquetada con , , .
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