Al comienzo del nuevo siglo, el director Zhang Yimou sorprendió dando un giro en su cine, hasta entonces referente en los años 90 de la representación de la vida rural de las historia reciente de China, a las crónicas de intrigas palaciegas de las antiguas dinastías, alcanzando sus mayores éxitos en el género wuxia, caracterizado por sus estéticas y coreografiadas luchas de artes marciales marcadas por sobrenaturales movimientos. Su filme Sombra, que pasó con éxito por el último Festival de Venecia, pertenece a esta categoría, situando este nuevo relato de traiciones y conspiraciones durante el período de los Tres Reinos (comprendido entre los años 220-280), en el que los enfrentamientos de un monarca, su general de mayor confianza, sus familiares y su séquito van a ir derivando en una tragedia cada vez más intensa y sangrienta.
Yimou parte del concepto universal de dualidad, el yin y el yang, y la relatividad del bien y el mal, pero centrándose en la parte más oscura, para lo cual vuelve a hacer un uso muy expresivo del color (o en este caso, la falta del mismo): si en Hero (2002) o La maldición de la flor dorada (2006), las gamas cromáticas fuertemente marcadas estaban conducidas por la narración, en Sombra sorprende la fotografía de Xiaoding Zhao (habitual de Yimou desde La casa de las dagas voladoras -2004-), de un gris que no llega a ser blanco y negro, pero que se adapta adecuadamente a una historia fría, cruel, desarrollada en espacios desangelados, en los que la lluvia y el viento irrumpen de manera continuada, como manifestación de esa naturaleza dominante tan típica del realizador.
Como también es habitual en Yimou, vuelve a destacar el dibujo que realiza de los personajes femeninos, sobre todo el de la hermana del rey (Xiaotong Guan), que se niega a quedarse conforme cuando su honor en mancillado; pero también el de la esposa del general (Li Sun), en cuyas manos queda el desenlace abierto de una fábula cíclica, que acaba en el punto donde empieza, y en la que, lejos de la opulencia que se le podría presuponer, el director lleva a cabo en este trabajo un proceso de depuración intimista, quedando la espectacularidad solamente reservada para algunos momentos de lucha (con arranques de ingenio como esos paraguas utilizados como armas y escudos), que aún así son menos excesivos de lo que suele verse el wuxia (pero siempre muy estilizados), recordándonos más al Wong Kar-wai de The Grandmaster (2013). Incluso el empleo de una banda sonora más tradicional que melódica o con intenciones de grandiosidad contribuye a este ambientación de epopeya minimalista.
Pero aunque nos encontremos ante una obra más reposada y sobria, realmente Sombra exhibe un impresionante aparato visual, el cual enmascara hasta cierto punto una historia convencional e incluso algo simple. Sin embargo, este aspecto acaba por restarle épica a la cinta, y la aleja de ser un gran clásico del género como los que en otras ocasiones nos ha brindado Yimou.