Con ya cinco películas en su filmografía, podemos juzgar el cine de Jonás Trueba alejado de sus marcados referentes (de los que era difícil desligarle en sus primeras obras), ya que, aunque la Nouvelle Vague, Éric Rohmer o Hong Sang Soo siguen siendo evidentes en el espíritu de sus trabajos, la querencia del realizador por Madrid, su manera de retratarla y convertirla en un personaje más, y además su mirada generacional (saltando ya de la década de los 20, a los primeros 30) son ya rasgos propios de una personalidad muy concreta, y cada vez más reconocible. Su última obra, La Virgen de Agosto, supone un resumen de todas esas características, llevadas además a su nivel estético más refinado. Interesado siempre por el paso del tiempo, mostrándolo además a través de las diferentes estaciones del año, Trueba, tras el invierno de su anterior La reconquista (2016), vuelve al punto de vista más luminoso y optimista del verano, el cual ya vimos en Los exiliados románticos (2015). Rodada el pasado año durante las fiestas de la primera quincena del mes en la capital (las de San Cayetano, San Lorenzo y la Virgen de la Paloma), el estreno de La Virgen de Agosto el día 15 supone un casi punto y final a las actuales celebraciones de 2019, de nuevo como un ejemplo de la coherente y orgánica forma de exhibición que el director da siempre a su cine.
«Los exiliados románticos» (2015) / «La Virgen de Agosto» (2019)
Yo creo que el verano es perfecto. Creo que el perfeccionismo es más fácil de alcanzar en verano. Sí, a lo mejor por esa relajación de la que hablas, o porque se rebajan las expectativas de todos y de la sociedad; las falsas expectativas me refiero, y todas las servidumbres y obligaciones.
Si mencionábamos antes La reconquista, su protagonista, Itsaso Arana, ejerce aquí tanto de motor de la cinta, como además de guionista, creando un alter ego de ella misma, Eva, una chica de casi 33 años que, tras abandonar su carrera de actriz, no sabe qué hacer con su vida; trata de encontrarse a sí misma durante el estío madrileño, aunque continúa igualmente a la deriva, como suelen estar los personajes de Trueba. El director, co-autor junto a Arana del filme, vuelve a tomar la decisión de dividirlo en episodios, en este caso diferenciando cada uno de los días de las dos primeras semanas de Agosto, algunos de ellos cargados de actividad, y otros totalmente intrascendentes… La vida en su más plena esencia, por la cual Eva transita recorriendo lugares emblemáticos de los barrios de La Latina y Lavapiés (Viaducto de Segovia, Jardines de las Vistillas, Plazas de la Paja y de Cascorro…), creando una conexión emocional y sensorial brutal con la ciudad, de nuevo también a través de elementos como los libros, las películas o la música. En este sentido, la fotografía del habitual de Trueba Santiago Racaj capta la luz estival de Madrid en interiores y exteriores, con una naturalidad que hace frente a la artificialidad lumínica del invierno, y poniéndo en imágenes la idea del director de que «el verano es más limpio y cristalino, lo cual es muy bonito y en cierta forma muy cinematográfico».[1]
Itsaso Arana en «La reconquista» (2016) y en «La Virgen de Agosto» (2019)
Eva también irá encontrándose en las calurosas calles de la capital con diferentes personajes con los que establecerá relaciones y compartirá charlas, borracheras, confidencias e incluso intimidades, apareciendo así de nuevo la sombra de Sang Soo en la manera en la que, mientras parece que no esté pasando nada, esté teniendo lugar toda una experiencia existencial. Se suceden así cameos de actores habituales en el cine del realizador (Isabelle Stoffel, Francesco Carril, Mikele Urroz…), destacando la presencia más protagónica de Vito Sanz en su papel menos cómico de lo que nos tiene acostumbrados (no solo en el cine de Trueba, pero también), a través de quien se configura una casi imperceptible pero rabiosamente romántica (como todas las del director, por otro lado) historia de amor. La mano de Arana se aprecia en su sensibilidad para abrir tramas paralelas tan importantes como la del instinto maternal, alejada de tabúes como puedan ser el hablar abiertamente de la menstruación.
Sin un argumento claro más allá de su anecdótico punto de partida, La Virgen de Agosto es una experiencia plenamente castiza que no se podría realizar igual en ningún otro lugar, y eso le hace única. Y pese a su relación con Los exiliados románticos, hay una diferencia de base: La virgen de Agosto habla, al contrario que aquella, precisamente de los que se quedan, y es por ello que en su aire festivo y de verbena se cuela un sentimiento profundamente melancólico. O tal vez también porque, en palabras de nuevo del propio Trueba, «el verano tiene un significado, como lo tiene el otoño o el invierno. El verano siempre tiene algo de punto y a parte, casi nunca vuelves igual después de él. Parece que sucedan más cosas, quizás porque se hacen cosas más intensas».[2] El verano se acaba y habrá que tomar decisiones. Pero mientras eso pase, bebamos, comamos, bailemos, cantemos y amemos.
[1] Entrevista a Jonás Trueba en La película del día https://peliculadeldia.com/2015/09/08/entrevista-jonas-trueba/
[2] Ibíd.