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Madre (2019)

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Rodrigo Sorogoyen ya se hizo un nombre en el panorama cinematográfico español con la buena acogida de su primera película en solitario, Stockholm (2013), pero fue sobre todo las posteriores a ésta, Que Dios nos perdone (2016), un thriller clásico que se adaptó muy adecuadamente a una época de auge del género en nuestro país, y las intrigas políticas de El reino (2018), las que terminaron de encumbrarle. Lejos quedaba ya el low cost de su ópera prima en favor de un cine cuyo crecimiento en producción también ha dado como resultado un cada vez mayor efectismo. Lo que siempre caracterizaba la obra del realizador, eso sí, era su manera de introducir el suspense en cualquier ámbito que abarcara, llegando al culmen en el drama Madre (2017), cortometraje nominado al Oscar rodado en un solo espacio y en plano secuencia que sobresalió por su uso del fuera de campo: una joven separada, Elena, recibía en Madrid una llamada de su hijo, un niño de 6 años perdido en una playa del sur de Francia y esperando a su padre que no llega… La angustia de la impotencia de la protagonista ante esta situación era tratada por Sorogoyen, como comentábamos, de forma algo artificiosa; pero su éxito ha derivado ahora en una secuela homónima, cuyos primeros minutos, del mismo modo que lo veíamos en Niñato (2017) de Daniel Orr, son el propio corto integrado (de manera no demasiado coherente) dentro del largometraje, por lo que cabría esperar una resolución a aquel final abierto. Sin embargo, el director abandona en este último trabajo cualquier búsqueda de misterio para centrarse puramente en la tragedia de esta madre que ya no lo es más.

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Fotograma del cortometraje «Madre» (2017), insertado como prólogo de la película de 2019.

La nueva acción se sitúa 10 años después de la primera historia, en Biarritz. Allí, donde escuchó por última vez a su hijo y del que se entiende que no ha vuelto a saber, reside ahora Elena, que sobrevive de manera automática, estancada en un limbo del que no es capaz de moverse. Si en el corto, Sorogoyen hablaba de la maternidad a dos niveles, con la madre de Elena como contrapunto reprobatorio, aquí se centra exclusivamente en el traumatizado personaje que interpreta de nuevo una entregada Marta Nieto, que bien podría ser la (imposible) versión más adulta del de Aura Garrido en Stockholm, y en el que recae toda la fuerza del filme, pese a haber caracteres que orbitan alrededor suyo. Especialmente el de Jean (Jules Porier), un adolescente que veranea en la zona, y el que Elena verá la primera vía de escape en mucho tiempo. Se establece así un nuevo y psicológicamente inestable, incluso turbio (nunca queda claro si su relación es materno-filial o romántica), vínculo entre una pareja, tan típico del director.

Otro rasgo habitual de Sorogoyen era su configuración de películas muy castizas, ibéricas. Madre sin embargo se ubica en Francia, una diferencia que no solo queda en evidencia en la cuestión idiomática, sino también en los protagonistas y sus actitudes, su forma de afrontar las situaciones, que nos pueden resultar extrañas. En este relato, el director muestra un gran dominio de las tomas largas, con pocos cortes, aunque satura un poco la utilización de los planos circulares. Y es que siendo probablemente el filme más sobrio de Sorogoyen, él mismo no deja de manifestarse tras la cámara, como un «aquí estoy yo y que no se te olvide» en cada plano, a la manera de Alfonso Cuarón en Roma (2018). Es por ello que la mejor escena del conjunto la que tendríamos en el encuentro entre los dos progenitores, tan depurada como tensional, llena de sentimientos enquistados que están destinados a estallar cual bomba de relojería. Un momento de gran cine, que por desgracia es casi el único que vamos a encontrar en la cinta.

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La película por tanto más excepcional de la filmografía de su autor adolece sin embargo de una narración algo repetitiva, sin rumbo, quizás consecuente con la mente de la protagonista, incapaz de recuperarse del golpe que ha sufrido, pero que también nos hace plantearnos la auténtica necesidad de la continuación de esta historia; teniendo en cuenta además que no resuelve ninguna de las cuestiones planteadas en la obra original. Madre se torna así una experiencia fría, más interesada en recrearse en sí misma que en traspasar y transmitir el dolor del que habla al espectador.

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Esta entrada fue publicada en 3 diciembre, 2019 por en Cine español y etiquetada con , , , , , .
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